El Sistema de transporte público masivo en buses se originó en Curitiba, Brasil. La primera versión colombiana, Transmilenio, fue inaugurada hace 20 años en Bogotá. Transmetro arrancó hace 10 en Barranquilla. En esa misma década se promovieron los de Medellín, Cali, Bucaramanga, Pereira y Cartagena.
Salvando escollos los siete pudieron prestar por fin un servicio de transporte público digno en el país. Esto gracias a que el 100% de la inversión fue un subsidio estatal a la oferta: 70% por parte de la nación y 30% de los gobiernos locales. Una vía exclusiva, así sea a ras de tierra, tiene un alto costo, cuya recuperación haría impagable el pasaje. Sin embargo, la crisis financiera de la operación, agravada por el reciente apretón de caja de la cuarentena, tiene hoy a todos al borde de la cesación de pagos. ¿Por qué?
El gran atractivo de las ciudades es la economía de escala que ellas ofrecen para casi todos los servicios públicos: salud, educación, electricidad, agua potable, alcantarillado y gas; con una excepción: el transporte, que sufre deseconomías de escala, pues a mayor población mayor complejidad y costos per cápita, para un servicio de calidad. En Colombia casi todos los servicios mencionados gozan de subsidios no solo a la demanda sino también a la oferta, es decir a la tarifa de operación; con una excepción: el transporte, precisamente el que más los requiere. El colectivo tradicional no está subsidiado ni en la inversión ni en la operación. Por eso resulta costoso y cruel para quienes tienen que pasar el 20% de su vida despiertos esperando o apretujados en un bus y anárquico para el resto que soportan los daños colaterales de la “guerra del centavo”; a pesar de todo lo cual aún maneja la mayor parte de la movilidad del país.
Con los “transmetros” se avanzó mucho en comodidad, velocidad y predictibilidad del tiempo, primordialmente sobre las troncales. Sin embargo, a pesar de que la experiencia global muestra que su operación resulta deficitaria, el esquema de subsidio a la demanda a través de los Fondos de Estabilización Tarifaria (FET) tomó años en implantarse y ha resultado insuficiente. Ahora la cuarentena obligada por la emergencia sanitaria redujo los pasajeros en un 85% y al tratarse de un servicio público esencial los sistemas están forzados a operar a pérdida. Entre marzo 16 y abril 27 generaron en conjunto un déficit de $205 mil millones; 4 mil de ellos en Barranquilla. En esta ciudad la tarifa técnica (la real) para trabajar con un 35% de ocupación se calcula cercana a $5.400 vs un pasaje de $2.400. Un déficit por pasajero de $3 mil, el cual proyectado a un año que apenas comienza abrirá un hueco estimado en $40 mil millones. ¿De dónde deben salir? Propuesta: un 70% de recursos del presupuesto nacional, en parte con fondos de inversiones no realizadas, y el 30% restante de recursos locales: el FET, los municipios usuarios y, sí, también de algún aumento en la tarifa.
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