Las etapas de la vida: prenatal e infancia, adolescencia, juventud y adultez, y madurez. Sus necesidades se relacionan con la autoestima, moral, placer y proyecto de vida. Con cada uno de nuestros elementos que se relacionan con la identidad personal. De la misma manera clasificamos los ciclos de la vida sexual a lo largo de la vida. La sexualidad está presente desde la vida intrauterina y el neonato tiene desarrollada áreas específicas para experimentar su sexualidad.
Se habla de “masturbación fetal” cuando hay erección del pene y se estima hoy que puede ser una respuesta sexual refleja. El eco la recoge, pero hasta ahora no ha sido posible detectar erección del clítoris o lubricación vaginal antes del nacimiento. La sexualidad es única desde la época prenatal. Se le catalogan tres funciones principales: la reproductiva, la relacional (sentimientos) y la recreativa (placer). Podemos decir que el sexo es la primera información que tenemos como creaturas; algo que viene como un regalo y nacemos siendo niño o niña. El sexo es para siempre, no tiene más valor uno que el otro y su diferencia no puede ser motivo de inquietud o discriminación. Se parece al sistema motor o al desarrollo cognitivo. Sus proyecciones se centran en el afecto y bienestar propio. Uno de los términos de mayor uso es calificarla como autoerótica o egocéntrica. El niño tiene una valoración excesiva de su propia persona que se cree el centro de todas las atenciones. Es el ombligo del mundo y las opiniones de los demás no se acercan a los conceptos propios. Hay quizá una tendencia a desarrollar conflictos, son manipuladores y en principio carecen de empatía.
Es de anotar que sus áreas erógenas se reparten por el órgano sexual más grande que tenemos: la piel. Por esto es por lo que disfrutan tanto cuando se les acaricia, baña o amamantan. Tiene una enorme cantidad de reacciones fisiológicas y entre estas la erección de sus genitales. Cuando llegan a los 4 años se van focalizando y centran más el placer en ellos. Es el autoerotismo. Enseñarles a los padres de familia y maestros que a cada cosa hay que ponerle un nombre claro. Sin diminutivos. Esa quizá la mejor forma de prevención del abuso sexual infantil. Los niños pueden explicar mejor lo que está sucediendo y se les transmite confianza para que hablen con libertad de sus genitales. Saber definirlo con los términos que son permite hablar con claridad e incluso denunciar los intentos de violación infantil.
Si uno revisa la edad del niño encontrará características que lo va llevando al proceso de la madurez: hasta los 2 años placer como expresión de bienestar, exploración y curiosidad por las diferencias anatómicas. A los 4 años se consolida el autoerotismo y aparecen juegos orientados a la exploración del cuerpo. A los 8 años imitación de los roles de género y la masturbación consciente. Luego hasta los 12 existe la búsqueda de la intimidad y privacidad. Aparecen fantasías románticas y sensuales y el sentimiento de explorar imágenes de contenido sexual.
No podemos dejar de hablar de masturbación y hay que incluirla como conducta de exploración y sensación de búsqueda satisfactoria. Por esta característica se repite. Descubre que hay áreas que les desencadenan sensaciones intensas y placenteras, pero no hay juicio moral aunque les diga si o no hacerlo. Lo hacen porque les gusta. No se debe olvidar que la familia es el primer grupo social del recién nacido y en ella están sus figuras de apego. Son estos los vínculos emocionales que las personas creamos a lo largo de nuestra vida y que nos permiten crecer rectos.
Hay que hablar con sus hijos de sexualidad: que conozcan su cuerpo, que puedan expresar sus dudas y malestares. Enseñarle el respeto y esa educación gradual que los va llevando a la etapa de compartir en forma serena algo tan hermoso y único que nos han dado. La sexualidad infantil es el túnel a través desarrolla el niño su personalidad y sus relaciones afectivas. Se debe conversar con ellos en forma natural, con la verdad y con mucho cariño. Las cifras que tenemos nos alarman: un 59% de los niños entre 6-11 años es la población que mayor maltrato infantil padecen y solo el lenguaje claro y simple son las herramientas efectivas para su disminución. El silencio familiar no puede ser considerada como una desatención básica que genere en los pequeños baja autoestima.