Marvel Moreno, la mejor cuentista del Caribe colombiano, como la llama con justicia Ramón Illán Bacca, publica «El muñeco», su primer cuento, a los treinta años. Esta ópera prima, de regusto sobrenatural, construida con inusual maestría, narra la historia de un niño, cuya vida depende de la presencia de un objeto. Un objeto mágico, al principio, que deviene maligno con el paso del tiempo. De un modo gradual, el objeto se hace inolvidable, imprescindible. No creo que el niño sea autista, como se ha sugerido, pienso que su inalterable «somnolencia, ese lento ambular de pequeño fantasma ajeno a cuanto ocurría en torno suyo», es el resultado natural de un hecho extraordinario: el objeto ha terminado por apoderarse completamente de su mente, por colonizar su voluntad. Al final, da la impresión de que el personaje se deshace del objeto, cuando, en realidad, es el objeto quien se deshace del personaje.

No es este el lugar para emprender una lectura fantástica de la escritora barranquillera, aunque ahora mismo estoy pensando en los ecos cortazarianos de «Oriane, tía Oriane». Bastará con decir que, pese al significativo avance en asuntos como el poder, la sexualidad reprimida y la crítica al orden patriarcal: racista, clasista y excluyente, un buen tramo de su proyecto estético sigue siendo un sendero inexplorado, una invitación y un reto.

Hace un par de décadas, Jacques Gilard señaló que resultaba cada vez más necesario emprender los estudios, análisis y «múltiples labores de crítica literaria, que todos le quedamos debiendo a la autora y a su obra». Hoy, es posible decir que, en la Universidad del Norte, en Barranquilla, su ciudad natal, se han dado pasos importantes para subsanar esa deuda: el estudio de su obra, la organización de congresos internacionales en el Auditorio Marvel Moreno, la publicación de libros de crítica especializada, dentro de los que se destacan El tejido de la brisa (coeditado por Mercedes Ortega y Orlando Araújo Fontalvo) y Cartografía de lo femenino en la obra de Marvel Moreno, de Mercedes Ortega.

Lo anterior, constituye un motivo de felicidad para el creciente número de lectores de la autora de En diciembre llegaban las brisas y El tiempo de las Amazonas. Así como la reciente publicación en francés de «Los prejuicios raciales y de clase en la obra de Marvel Moreno», de Alexander Ortega-Marín, un joven investigador barranquillero, egresado de la Universidad del Atlántico, con quien conversé unas cervezas memorables en París, la patria literaria de Marvel, quien —como Gaby— «decidió quedarse a vivir en París tres horas después de haber llegado a aquella ciudad y sin saber hablar una palabra de francés».

Pienso que Marvel estaría feliz, embriagada de satisfacción. No de champaña, como Madame Yvonne, «la bruja de Siape», la matrona francesa que un sábado de carnaval, en la juma más feliz de su vida, le canta la tabla a la decadente e hipócrita élite del Country Club en el Patio Andaluz del Hotel El Prado.

Y el comentario infaltable de doña Fulanita de Pombo, con su vestido de colombina y su elegante mueca de espanto: «Qué horror de señora, ¿no?».

—Un relato de «racamandaca», aclara entre pinceles mi amigo Fabio Rodríguez Amaya, desde Milán.

—Sin duda —respondo—, una «nouvelle» espléndida, lúcida y crítica, plena de talento narrativo, de cumbia, bolero y merecumbé.

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