Acabo de comprar la impecable edición conmemorativa de Changó, el gran putas, del loriquero universal Manuel Zapata Olivella. Editada por el poderoso Grupo Editorial Random House, con motivo de los cuarenta años de la publicación de este clásico de las letras afrocolombianas. 

He dejado en remojo por unos días la relectura de la Primera circunnavegación del planeta,  la espléndida relación de Antonio Pigaffeta, el cronista florentino que acompañó a Magallanes en su viaje alrededor del mundo, para volver a escuchar la invocación ancestral con que se abre la más notable epopeya de la negritud en América: «Dame, padre, tu voz creadora de imágenes, tu voz tantas veces escuchada a la sombra del baobab». 

Changó, el gran putas es un auténtico clásico de las letras afroamericanas. Son cinco novelas en una: Los orígenes, El muntu americano, La rebelión de los vodús, Las sangres encontradas y Los ancestros combatientes.  Lástima grande que como suele suceder con las obras clásicas, todos las reconocen, las mencionan, incluso las citan, pero muy pocos las leen. Esa es, sin duda, una deuda pendiente que tiene el Caribe colombiano con el gran Ekobio.  

Desde muy joven Manuel Zapata Olivella se abrió paso en un medio hostil y «afrofóbico». Con insaciable curiosidad, quiso comprender el alma del animal más desalmado de la historia. Fue médico, antropólogo, investigador, escritor, editor, dramaturgo, folclorista, gestor cultural, promotor de música y activista político. Practicó los estudios culturales mucho antes de que los inventaran. Sin embargo, según García Márquez, «su vocación más dominante era tratar de resolverle los problemas a todo el mundo».

Le gustaba escribir muy de madrugada, para que Obatalá pudiera guiarlo en el entresueño por los laberintos de la creatividad. Quizá por eso, mientras importantes proyectos literarios parecen desgastarse con el tiempo, el suyo calza como un guante en la actual agenda investigativa, despertando cada vez mayor interés en distintas latitudes. Su obra Caribe, impregnada de diáspora, sincretismo y resistencia, expresa un vigoroso pensamiento decolonial, así como un mensaje cósmico de igualdad, construido sobre las bases de la multiculturalidad.

Manuel supo ser cosmopolita y transculturador, mítico y posmoderno. Las cenizas del autor de En Chimá nace un santo —que para el gusto de Germán Espinosa es en realidad su mejor novela—, fueron esparcidas en el río Sinú. Yemayá, diosa yoruba de las aguas, debió hace mucho llevar de regreso al «ekobio» a la amada tierra de los ancestros. A esta hora, Manuel Zapata Olivella debe estar con su amplia sonrisa y su sombrero vueltiao departiendo a la sombra de un baobab con el más antiguo de sus tatarabuelos africanos…