En todas partes del mundo se su­ceden situaciones absurdas, eso hace parte del planeta en que vivimos y de la imperfección de los que en este habitamos. Ahora bien, una acción absurda cometida por una per­sona del común solo tendrá posibilidad de afectar a esa o a otras pocas personas; entre más poder tenga quien comete el absurdo, se aumentará la posibilidad de afectar a más personas, y cuando es el Gobierno de un país el que lo comete, y lo hace reite­radamente período tras período, se convierte en un absurdo que perjudica a todo un país. Toda la pe­rorata anterior es para re­ferirme a un tema del que jamás he entendido cómo no ha despertado desde hace décadas un súper movimiento nacional, ni iniciativas que fructifiquen a nivel de ciudadanía, al­caldías, gobernaciones, ministerios, Congreso y Presidencia, durante períodos y períodos, como si todo estuviera de lo más normal.

Siendo Colombia uno de los países más violentos del mundo, producto no solo de los grupos levantados en armas desde hace décadas, sino del narcotráfico y de la disparada delincuencia común, cau­santes todos de asesinatos, extorsiones, atracos, feminicidios e infanticidios, ade­más de una corrupción rampante que va en aumento, y sabiendo que en todos los países del mundo en los que impera la ley y la justicia los declarados culpables van a pagar su condena en las cárceles, ¿cómo es que en Colombia no se ha construido una cárcel desde hace años?

La ley de la oferta y la demanda es un principio que no solo aplica al comercio y a la industria, sino en todos los campos. En Barranquilla y en Colombia en general se han construido cientos de nuevos hoteles en estos últimos 10 años porque existe la demanda de huéspedes, y así sucede con los hospitales, centros de salud, escue­las y colegios públicos, que se procuran construir porque hay po­blación que los requiere. Y por eso mismo se cons­truyen nuevos edificios y casas, al igual que nuevas vías. Entonces, ¿por qué en los gobiernos de los úl­timos 5 o 6 períodos no se construyeron las cárceles que requería un país con tan elevados niveles de narcotráfico, guerrilla, de­lincuencia y corrupción? Apreciar el desastroso es­tado de deterioro y hacina­miento de nuestras cárce­les demuestra la desidia de los gobiernos, y saber que por falta de cupo andan libres decenas de miles de criminales que debe­rían estar presos, convierte al Gobierno en el responsable directo de la inseguridad que hoy tenemos. Como toda mala situa­ción es susceptible de empeorar, nuestro nuevo presidente se declara enemigo de la cárcel como sistema para disminuir la de­lincuencia, por lo que desde ya sabemos que durante los próximos años tampoco se construirá una más. Conclusión: Co­lombia es un país diseñado no para ino­centes, sino para delincuentes.