Cuando en marzo del 2016 el entonces director de EL HERALDO, Marco Schwartz, me dijo que si yo estaba interesada en escribir una columna de opinión para este medio, mi yo de 24 años no se lo creía. Que alguien decidiera que mi voz y mi pluma tenían valor, que alguien creyera en mí de esta manera, marcó un antes y un después en mi vida, y sin lugar a dudas, ha tenido todo que ver en cada una de las decisiones que he tomado para convertirme en la mujer que soy hoy.
Y es que ahora que lo pienso, comenzar a escribir esta columna fue mi verdadero primer peldaño hacia mis sueños, pues desde que tengo uso de razón quise siempre tener una voz con eco y quise siempre construir un nombre por mí misma que pudiera dejar una huella. Pero no solo no sabía cómo hacerlo, sino que no creía que alguien quisiera escuchar o leer lo que yo tuviera para decir.
La gran sorpresa de mi vida ha sido esta: la de tener la certeza de que no le hablo a una pared, y de que mis palabras no se las lleva el viento. Comencé a creer en mí cuando comencé a escribir aquí, porque poco a poco, con trabajo y con constancia, empecé a encontrarme con gente que me leía, que me seguía en cada uno de mis escritos, que me comentaban en la calle o en el correo sobre lo que opinaban de ella, y creo que sin eso, nunca me hubiera atrevido a seguir nadando en este mar de posibilidades. Porque creo que si no me hubiera lanzado a escribir, mucho menos me iba a decidir a hablarle a una cámara.
Sin embargo, luego de casi siete años de tener un espacio en lo que ha sido y siempre será una casa para mí, siento que ha llegado el momento de hacer una pausa en esta forma de hacer que mis palabras perduren en el tiempo, para enfocarme en ese ‘enano que sin darme cuenta se me creció’, y que quiero que lo siga haciendo.
Así que por ello, antes de que acabe este 2022 y que los nuevos comienzos empiecen su rumbo, quiero darle las inmensas gracias a la junta directiva de EL HERALDO, a su presidente Juan Pablo Bojanini, y a su directora Erika Fontalvo, por haberme permitido tener este privilegiado espacio en este diario que llevo en mi corazón, y, por supuesto, a la grandiosa Anita González Rincón y a todo el equipo de trabajo, por ayudarme a cumplir los tiempos y esperas durante todos estos años.
Pero sobre todo, quiero darles las gracias a ustedes mis queridos lectores. Gracias por cada una de las veces que me dieron el honor de ser leída, gracias por cada comentario, gracias porque fue por ustedes que seguí escribiendo, a pesar de todas las piedras que me tiraron, y gracias por ayudarme en mi proceso hacia el tan añorado amor propio. Esto fue mucho más que una columna en mi historia, y de antemano, prometo que esta no será la última vez que leerán mis letras.
Porque algo en mi me dice que aquí está tan solo el comienzo.
Pd: Espero que todos sus deseos para el 2023 se cumplan, que gocen tanto ustedes como los que aman de mucha salud y prosperidad, y que nunca dejen de creer en el valor que poseen.
Y punto.