Queridos lectores, hoy tengo una confesión triste que hacerles. Tengo casi un millón de seguidores en Instagram, ochocientos cincuenta mil seguidores en Tik Tok, y 203 mil seguidores en twitter, y en ninguno de esos espacios me siento cómoda hablando de Dios. Me ha sido difícil admitirlo, pues aunque lo he mencionado varias veces, aunque todo el mundo que me sigue sabe que nací, crecí y sigo siendo católica, y que por ende, me casé por la Iglesia católica, realmente se me dificulta mucho hablar sobre este tema porque siempre siento que me vuelvo vulnerable hacia la crítica, y no me gusta que se burlen de Él.

Lo peor de todo es que soy de esas creadoras de contenido digital que se caracteriza por hablar sin pelos en la lengua sobre muchas cosas. Puedo hablar de temas que hasta el momento siempre han sido tabú sin problema, puedo hablar de mi vida amorosa sin problema, puedo hablar sobre las locuras que se me pasan por el frente sin problema, puedo hablar de las discusiones que puedo tener con mi esposo sin problema, pero cuando intento utilizar mis canales para hablar sobre Dios, me detengo.

Y no, esto no se trata de religión. No se trata sobre lograr que personas se unan a una determinada iglesia u otra, sino que se trata de lograr hacer que quienes no creen, lleguen a creer, pues precisamente, eso es lo que le hace falta a este mundo: que la gente crea que hay algo mucho más grande y mucho más poderoso que lo que alcanzan a ver nuestros ojos.

Sin embargo, desde que mi abuela, una mujer cuyo corazón es tan grande como su Fe, está enferma y vemos sus descendientes cómo poco a poco se va apagando, me he puesto en la tarea de hacer cumplir un pedido que me hizo ella hace poco más de un año: “Vive una vida llena de Dios, y haz que quienes tengas a tu alrededor la vivan también. Porque solo quién sabe de Él, puede hacer de este mundo, uno mejor.”

Creo que quizás por eso hay tanto mal en el mundo, porque hemos decidido callar los creyentes por el miedo a incomodar, y hemos permitido que todo lo que no es de Dios se haga más fuerte. Ahora el mal triunfa sobre el bien, los bandidos posan como los jefes de la moralidad, el orden es reemplazado por la anarquía, y dejarle el destino ‘al universo’ tiene más aceptación que eso de dejar las cosas en manos de Dios.

Hace poco vi un video dónde se hablaba precisamente sobre esto. Poco a poco hemos limitado el espacio de Dios, lo hemos convertido ‘en el malo del paseo’, lo hemos alejado de los colegios, de la juventud, de los espacios de aprendizaje, y hemos permitido que eso que no es de Él, llene ese vacío.

Por eso la gran mayoría de los jóvenes no solo no creen, y por ende, no lo aman ni le temen a Él, sino que se burlan de todo lo que se trate de Él. Señalando al que cree, y aplaudiendo al que lo pisa. Y así, jamás podremos dejar de ir en círculos alrededor del odio, el hambre, la violencia y la miseria.

Porque cuando se construye un mundo sobre la premisa de que hay un más allá, vives una vida terrenal basada en el amor, y cuando vives una vida terrenal basada en el amor, el mundo se convierte en uno mejor. Y punto.