Que el nuevo cardenal de Colombia, monseñor Luis José Rueda, hable con convicción y firmeza de las capacidades y competencias de las mujeres para ocupar cargos de gran trascendencia como la Presidencia de la República, al expresar: “Colombia históricamente ha sido un país manejado por hombres. Es bueno que una mujer llegue a asumir los destinos de la Nación”, da cuenta de la pertinencia de terminar de romper con los escollos y las limitaciones que aún sufren las mujeres para escalar, en igualdad de condiciones, las mismas posiciones de los hombres.

El pontificado del papa Francisco es analizado como una puerta abierta a la reflexión acerca de la necesidad de una presencia más viva de ellas, al haber planteado la conveniencia de una “teología profunda de la mujer en la iglesia”.

Históricamente, las religiones han tenido una expresividad machista asociada al contexto de tradiciones y cultura de sus épocas de origen, como es la segregación de la población femenina, la imposición de su subordinación al hombre e, incluso, considerándola inferior a él. A pesar de los cambios que la humanidad ha tenido en este tema, la mayoría de ellas se mantienen incólume, guardando las tradiciones machistas.

Precisamente, por ello, la Iglesia católica ha sido y sigue siendo cuestionada y, simultáneamente, motivada a que se le abran espacios a la mujer para recibir la orden sacerdotal a fin de ejercer su ministerio y el culto litúrgico e, igualmente, la autoridad episcopal. Esta situación prevalece desde su nacimiento, en el siglo I d.C.

Otras religiones como la ortodoxa, la protestante, el judaísmo y el islam mantienen esta exclusión. La anglicana, desde la década del 90, superó esta limitación al contar con mujeres ejerciendo el sacerdocio.

Uno de los primeros análisis al respecto de este álgido tema fue el de la autora estadounidense Elizabeth Cady Stanton que, en 1895, revolucionó la opinión pública con el libro ‘La Biblia de la mujer’, que desafió planteamientos patriarcales tradicionales. A este le siguieron muchos otros que, en el marco del movimiento feminista, visibilizaron el tema, como ‘La situación humana: una visión femenina’, de 1960, que cuestiona la teología contemporánea.

Los tiempos han cambiado. La sociedad entiende que la inclusión es una deuda pendiente y las religiones no pueden eludirla. La reivindicación de la población femenina -que cuenta con todas las condiciones morales, intelectuales y éticas para desempeñarse en los roles religiosos-, es, simplemente, el justo reconocimiento de sus más elementales derechos.