Como el cuento de Cepeda Samudio, todos estábamos a la espera. En la eliminación del Junior de Barranquilla de la Copa Libertadores otra vez el único y sacrificado culpable iba a ser el DT Arturo Reyes hasta que Fuad Char, desde la distancia, les dijo a los reporteros apostado al frente de su casa: se queda.

Hace mucho tiempo me convencí que el tema de las sacadas de los técnicos como chivos expiatorios y únicos culpables de lo que pasa en un equipo es estéril y muchas veces injustas.

En el caso presente del Junior, a Reyes se le achacan todas las responsabilidades. Por supuesto que tiene su pecados por acción o por omisión. Por poner jugadores que no están en nivel o porque no pone a otros que pudieran hacerlo mejor. O por demorarse en un cambio. De resto es la misma idea futbolística con la cual Junior fue campeón en diciembre.

Ahora, si hacemos el simple examen del rendimiento de jugadores es claro que el de muchos es pobre.

Los arqueros Mele y Martínez han recibido goles en 10 de los 13 partidos de Liga y Copa.

Los zagueros centrales se vuelven un mar de problemas en el juego aéreo y eso lo sabe todo el mundo del fútbol. Pérez no aparece después de su lesión y ahora se hizo echar contra Colo Colo. Olivera marca con una tibieza tal que pierde todos los duelos. Con Fuentes, después de su llamado a la selección, ese sector de la cancha se volvió un roto.

Chará y Cantillo en nada se parecen al que los aficionados recordaban con nostalgia. Chará sin la chispa de encender el fútbol. Cantillo caminando, pesado, sin recuperar, sin aportar.

Bacca en momento parecido a cuando volvió, patea para un lado y sale para el otro. Marco, un cero absoluto. Al Titi le compraron sus derechos y no apareció más.

Y así. Es tan bajo nivel de los jugadores, que el premio por clasificar a cuartos de la Libertadores rondaba los 2.500 millones de pesos… ¡y no pudieron!