Es un nuevo James Rodríguez. Que algo pasó para volver a ser el jugador que siempre fue, no cabe duda. Ojalá podamos saber, algún día, qué le hizo cambiar.

Alguna vez dije que ya no me importaba el James Rodríguez jugador, que me importaba más el James Rodríguez persona. Es que parecía una veleta golpeada por el viento.

A partir del proceso con Néstor Lorenzo, James Rodríguez ha llegado puntual, bajo perfil, estuvo en el banco sin protestar, ha aparecido en las zonas mixtas de entrevistas con buena cara y sonrisas.

Cuando comenzó a ser titular fue por la sencilla razón que, cuando entró a los juegos, mostró ese talante que llamó la atención del ambiente futbolístico en el Mundial de Brasil 2014. Tenía, entonces, 22 años.

Ya con 32, es posible que alguna noche de desvelo, hablando con la almohada, hubiera llegado a la conclusión que la Selección Colombia era el camino para volver a sus años de gloria. O algún acontecimiento personal. O el pedido de su hija. O de su madre. O de su exesposa. Quién sabe.

Sin embargo, creo que Néstor Lorenzo tiene mucho que ver con ese cambio. La serenidad y la sindéresis con que el técnico nacional encara las ruedas de prensa deben ser las mismas con que maneja a cada uno de sus dirigidos para sacarles lo mejor de su rendimiento.

James Rodríguez siempre anduvo al garete en los últimos años por no tener el equilibrio emocional que se necesita para poder ser esa figura que llama la atención del gran público.

Todos lo criticamos. Es que parecía que caía en barrena sin más remedio. Pero no, paró a tiempo, y ahora nos brinda la mejor versión de James Rodríguez. Inclusive, por encima del Mundial de Brasil que lo consagró.

Ya demostró que está intacto, que está mejor que en antaño, que es el mejor jugador de la Copa América, que ha calado otra vez en el corazón de la gente. Solo esperamos que no desista…