De la conversación de hace varios meses con la gerente de Desarrollo Urbano del Grupo Argos, María Clara Aristizábal, no olvido esto: que para ese conglomerado lo principal en Barranquilla y Puerto Colombia es su apuesta urbanística (ya no produce cemento y creo que solo mantiene la concretera sobre la Circunvalar). No quise preguntarle ese día, para no dañar la cordialidad del delicioso almuerzo que me brindó, cómo hizo Argos para legalizar toda la tierra que posee.

Esos suelos en un tiempo los usó Cementos del Caribe en la extracción de recursos canterables para el cemento y materiales de construcción. ¿Luego de explotados debieron haber regresado a la Nación? Hoy hago la pregunta que me abstuve de formular para no incomodar el apacible almuerzo de ese día.

El argumento de Argos consiste en tratar de convencernos de que su proyecto urbanizador apunta a un desarrollo sostenible que aliviará el déficit habitacional de Barranquilla y su área metropolitana. Y ese verso lo ha convertido en el planteamiento central de su narrativa.

Argos pretende debilitar los cuestionamientos a su proyecto alegando que el bosque intervenido no es seco tropical. No soy experto en flora, pero tengo nítido que la maquinaria amarilla que han metido en ese ecosistema ha destruido con sus homicidas cuchillas la vegetación dejando un desierto sobrecogedor. ¿Dónde está la fauna variada que habitaba ahí? ¿Lo sabe, por ejemplo, la CRA?

Da la impresión de que a Argos, que es de antioqueños, le parece una insignificancia que su proyecto lesione el equilibrio ambiental. Antiguas zonas verdes de bellos acuíferos y fauna impresionante, las están colmando de edificios donde vivirán decenas de miles de personas conformando una nueva ciudad. Hay un tema que amerita total claridad: ¿cuál va a ser el sistema de tratamiento de las aguas residuales que irán al río Magdalena o a la ciénaga de Mallorquín? Tenemos que saberlo por el antecedente de nuestro hermoso Malecón: se hizo sin resolver primero el problema de los vertimientos malolientes.

¿Saben qué es quizá lo más lamentable? Que los influyentes paisas de Argos, con la balada falaz del desarrollo sostenible, han puesto de su lado a factores claves del poder en Barranquilla y Puerto Colombia. Y nos han dejado a los opositores ladrándole a la luna. Triste.

Pero habrá que intentar hacer algo para detener esta devastación maquillada de un aparente progreso urbano. La Constitución de 1991 permite varias acciones jurídicas. También es muy importante lo que resulte de la investigación que ha emprendido la Fiscalía de asuntos ambientales. Desde David y Goliat todo es posible.