En la recta final, que es la fase más pugilística de cualquier campaña electoral, Gustavo Petro ha recibido la vapuleada que sus adversarios estaban esperando darle para tirarlo a la lona y ganarle la pelea por el poder presidencial.

Ante el aluvión de golpes, el petrismo, grogui y desesperado, acudió al recurso académico de poner en circulación un texto sobre cultura política y perdón que reúne escritos de varios autores, en cuyo prólogo el editor, Adolfo Chaparro Amaya, escribe algo irrebatible que compartimos totalmente: “El perdón, dice (Jacques) Derrida, se ha universalizado como práctica, como creencia y como concepto. Está en el horizonte de toda geopolítica, en el fondo de la juridicidad sobre pena de muerte, derechos humanos, crímenes de lesa humanidad y, especialmente, en los procesos de reconciliación y terapia colectiva que acompañan los más diversos conflictos en todo el mundo”.

Todo el texto es muy bueno y eso no está en discusión. Pero no les ha servido a los petristas para calmar la indignación porque el mensaje que envió su líder, a propósito de la visita de su hermano a La Picota, fue equivocado.

Colombia es un país cuya “vida pública no anda muy sobrada de moral”, como diría Adela Cortina. Las noticias sobre corrupción son de una periodicidad vergonzosa y actúan como un bombardeo que destruye la confianza de los ciudadanos. Por eso no es raro que las encuestas suelan mostrar la corrupción como el problema que más atormenta a los colombianos.

Por tanto, lo que la ciudadanía espera es que haya más castigo de las autoridades judiciales a la corrupción y que se incremente la sanción social a quienes incurran en conductas lesivas al Estado y a la sociedad.

En otros términos: Colombia, por sus altos niveles de corrupción, requiere, para citar de nuevo a Cortina, una cultura “que encierre por fin en la mazmorra del rechazo” a los bandidos de toda laya.

Ofrecer perdón social a la corrupción ha sido la mayor torpeza de Petro en esta campaña, y la más ruidosa de su carrera pública. Consciente de esto, Roy Barreras, el político más mañoso del Pacto Histórico, ha seleccionado al hermano de Petro como chivo expiatorio para descargar sobre él la culpa del desacierto cometido.

Es que prometer perdón social en un país que pide sanción social a los que delinquieron con el tesoro público no es solo contradecir el sentir de las mayorías nacionales, sino echar por la borda el discurso moral enarbolado durante años.

Habrá que ver si esta inoportuna propuesta logra sacar a Petro de la posibilidad de ganar la Presidencia.

En todo caso, hay que reconocer que después de Jorge Eliécer Gaitán y Gustavo Rojas Pinilla es el líder antisistema que más se ha acercado al poder presidencial, y lo positivo es que si no triunfa habría un factor de contrapeso que podría forzar una agenda de reformas en una Colombia decididamente posturibista.

@HoracioBrieva