El sarampión fue una enfermedad que padecimos casi todos los de mi generación. Su alta contagiosidad la convertía en importantes epidemias regionales cada dos o tres años, mismas que llegaron a causar mas de dos millones de muertes en 1980, según la Organización Mundial de la Salud. En la mitad de la década de los años sesenta, se empezó a vacunar contra la enfermedad y casi de manera inmediata los casos de sarampión y sus complicaciones severas empezaron a disminuir.

En este tipo de enfermedad, la persona desarrolla defensas contra ella cuando se contagia o recibe la vacuna. Esta inmunidad usualmente es de por vida, así que cuando mucha gente de una comunidad se vuelve inmune, el agente causante no encuentra a quién infectar, llevándolo prácticamente a desaparecer, como sucedió con la viruela.

Recientemente, y para preocupación de todos, en diversos sitios del mundo se han dado alertas epidemiológicas por brotes de sarampión. Las comunidades en las cuales han aparecido estos casos tienen en común bajas coberturas de vacunación, lo que ha facilitado que la enfermedad resurja y aparezcan nuevamente las complicaciones severas propias de ella.

En Europa y en Estados Unidos esas bajas coberturas de vacunación se presentan casi exclusivamente en grupos poblacionales que creen sin cuestionamientos en las teorías generadas por los movimientos antivacunas, las cuales sistemáticamente niegan los beneficios de las estas, a pesar de la gran evidencia disponible que los demuestran. Muchas veces también tienden a magnificar los infrecuentes efectos secundarios, haciendo asociaciones causales que no han resistido el debate científico serio. Muchos estudios recientes han coincidido en que las personas que pertenecen a estos grupos creen saber tanto o más que el personal de salud y los científicos. Este exceso de confianza tiene consecuencias nefastas cuando se trata de actitudes ante políticas de salud, pues estando desinformados al respecto terminan generando una corriente de incertidumbre en la población que afecta el éxito de las intervenciones colectivas en salud pública, como es el caso de la vacunación masiva.

Ojalá esta moda, de saber menos pero presumir más, no crezca en nuestro país, pues con la entrada masiva de migrantes con muy bajas tasas de vacunación podríamos llegar a crear las condiciones perfectas para una epidemia con las tristes consecuencias que ya conocemos.

A la fecha, el último boletín epidemiológico disponible del Instituto Nacional de Salud muestra que en lo últimos 11 meses se han confirmado en el país 237 casos de Sarampión en Colombia. Barranquilla es la segunda ciudad con más casos confirmados, razón por la cual toda persona que sea identificada por las autoridades de salud como susceptible de contagiarse y enfermarse debe recibir la vacuna.

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