Estamos casi a medio camino del horizonte de tiempo que se fijó la ONU en 2015 para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible–ODS. Las cifras del reciente informe de la desnutrición aguda moderada y severa en menores de 5 años que publicó la semana pasada el Instituto Nacional de Salud, me permiten analizar hoy los avances nacionales en torno al Objetivo 2: Hambre cero.

Para alcanzar esa deseada “Hambre cero” en 2030, los países debimos desde el inicio adquirir el compromiso de asegurar el acceso permanente de todas las personas, en particular aquellas en situación de vulnerabilidad –incluidos los niños menores de 2 años– a una alimentación sana, nutritiva y suficiente. También a ponerle fin a todas las formas de malnutrición, incluso comprometiéndonos a que, a más tardar en 2025, alcanzaríamos las metas convenidas internacionalmente sobre el retraso del crecimiento y la emaciación de los niños menores de 5 años.

Los organismos gubernamentales nacionales, basados en nuestra realidad económica y social, adaptaron las metas y adquirieron el compromiso de reducir la tasa de mortalidad infantil por desnutrición en menores de 5 años a “solo” cinco muertes por cada 100.000 y que la prevalencia de desnutrición sería de 0,9% en esta población, en 2030.

Pese a que el país ha trabajado con ahínco para lograrlo, los datos del reciente informe deben encender todas nuestras alertas: en departamentos como el Vichada, Vaupés y Guajira la prevalencia de desnutrición de los menores de 5 años está aun muy por encima de la meta nacional y su tendencia, al igual que la nacional, fue al alza en el último año, muy seguramente influida por el impacto económico de la pandemia.

Las cifras también permiten concluir que la gran mayoría de niños colombianos menores de 5 años desnutridos, identificados en el reporte, habían nacido a término con un peso adecuado, por lo que los factores que seguramente los llevaron a la condición de desnutrición estarían relacionados con inseguridad alimentaria y nutricional de las familias –esto parecería estar en consonancia con las cifras reportadas últimamente por el DANE–.

Sufrir de desnutrición crónica en los primeros años de vida produce graves efectos para el resto de nuestra existencia. Los niños que padecen esta condición ven disminuido su cociente intelectual hasta en 15 puntos cuando se les evalúa de adultos. En promedio, la escolaridad en estas “víctimas” es cinco años menor que la de los controles que contaron con una alimentación infantil adecuada.

Como si lo inmediatamente anterior no fuera suficientemente grave, los desnutridos en la infancia, cuando ingresan al mercado laboral ganan un 54% menos de salario en comparación con quienes no padecieron esa condición.

Por lo anterior es deseable, que el nuevo gobierno que pronto elegiremos, implemente acciones contundentes de manera urgente que permitan atender esta dura realidad de algunos niños en nuestro país.

@hmbaquero