La raza milenaria wayuu, ante tantas promesas incumplidas por parte del Estado Colombiano, de los gobiernos departamentales y municipales, ha dicho basta ya. Y a través de sus voceros que tienen credibilidad ante el país han venido denunciando la desidia y el abandono en que los ha tenido el Estado colombiano. Ahora la gran prensa nacional se ha venido en ristre contra el bienestar familiar y muchos dirigentes de esta región de la patria contra el hambre y la desnutrición que agobia a la niñez wayuu. ¿Pero no ha sido el mismo Estado un genocida a través de la historia contra esta sesión del país? ¿Contra la nación wayuu que siempre ha sido ignorada por parte del mismo Gobierno nacional? De ahí surge la T302 como la redención de la raza milenaria Wayuu. Para la T302 el gobierno de Gustavo Petro va a crear una gerencia especial con presupuesto nacional para calmar el hambre, la sed y la pobreza de los wayuu.

Esperamos que esta gerencia sea una realidad.

Porque la naturaleza le es hostil e ingrata. Porque la “civilización”, que tienen al alcance de sus pies descalzos, apenas si ocasionalmente les otorga el recurso de la limosna piadosa, porque para ellos la norma del Estado es el olvido; porque la clase dirigente local y nacional solo les ha conferido el espejismo vano de una retórica incomprensible estéril.

¿Qué tipo de conducta social, entonces, se puede esperar de él? De estos niveles de pobreza absoluta solo se pueden derivar patologías de grupo, patrones de comportamiento “ilógicos” unas veces, “irracionales” los más. Consecuentemente el indígena guajiro, en apariencia, muchas veces ha obrado en contra de un progreso “importante” de la civilización.

Naturalmente y “Last but not least”, lo último pero no lo menos importante, detrás de cada hermano guajiro está un indígena hambriento y ansioso, sediento y desesperado, mísero y sin horizontes, abandonado a su suerte y sin fortuna y marginado a su pesar. Este hombre unamuniano de carne y hueso y no mera abstracción sociológica se agarra, como el náufrago, a cualquier cosa, incluso a los despojos mismos del “progreso” o como el perro de Anarkos al umbral polvoroso de la puerta de una civilización que nada les dice y poco les trae.

Entonces para este auténtico problema, y no debemos olvidar que más vale formular el interrogante correcto, que encontrar respuestas correctas a interrogantes inválidos, pensamos que solo es dable atacar mediante una batalla frontal y honesta contra la marginalidad del indígena guajiro.

Este programa de desarrollo indígena e indigenista tendría por objeto prioritario la promoción de la dignidad del indígena guajiro y su incorporación progresiva a los procesos sociales y económicos que mejoren su bienestar y su calidad de vida, dentro de parámetros de respeto y defensa a sus valores y su patrimonio cultural.