Esta noche se presenta en la Feria del Libro de Bogotá Sociedad de la seducción, del prestigioso sociólogo francés Gilles Lipovetsky.

Sobre este nuevo volumen de Lipovetsky he leído apenas la interesante entrevista de Sophie Rodríguez Pouget, publicada en El Tiempo, pero como lector el tema me apasiona, por no decir me seduce tanto como me gusta el género de la entrevista que, cuando es buena, permite al lector acercarse en forma única al personaje.

La seducción, pues, acompañaría a los seres vivos que se reproducen. Lipovetsky le dice a Rodríguez que, en la mayoría de las especies, la seducción está involucrada como programación genética y necesidad biológica, solo que los humanos la manifestamos también como lenguaje y cultura.

Lipovetsky señala que cada uno de nosotros busca aumentar su poder de seducción por medio del maquillaje, los tatuajes, la ropa, los accesorios y que, como sociedad, buscamos fortalecer y frenar también ese poder. Más allá de lo sexual, las lógicas de la seducción han invadido las relaciones sociales.

“En el mundo del comercio, del consumo, toda la economía está organizada para seducir al consumidor”. Siempre nuevos productos, empaques atractivos, grandes ofertas. “Es la sociedad del estímulo inagotable”.

Lo peor, a su juicio, es que la seducción se haya metido en la educación. A los políticos se les dice cómo hablar, vestirse, intervenir. Los padres de familia piensan que deben gustar en lugar de fijar normas. “No saben si educar a sus hijos o caerles bien”. Y caerles bien, digo yo, no es para ellos darles lo que necesitan, sino lo que quieren.

Es claro que todos tenemos derecho a desear, pero en materia de seducción no siempre triunfamos, así hayamos aplicado rigurosos manuales y cartillas de competitividad.

Los medios de comunicación, internet y las ventas online, según Lipovetsky, empobrecen el espectro de seducción de cada persona. “El consumismo hace que a todo el mundo le gusten los mismos productos, artistas, objetos y juegos.

La hiperoferta lleva a no escoger, sumerge en una espiral de seguir probando que se vuelve adictivo y causa vacío”. Él habla de seducciones pasajeras.

“Mi llamado urgente es a que la escuela abra ese espectro, enseñe a conocer y a entusiasmarse desde la infancia por otras cosas: arte, filosofía, historia, música, lectura, que los jóvenes busquen otras lógicas de mayor ambición intelectual”.

La educación escolar debe lograr un público más exigente. “El consumismo ha aportado una seducción, pero, más que malo, es pobre comparado con la creación”. Lipovetsky insiste en que la escuela forme personas con pensamiento crítico y gustos diversificados.

Esta es una pequeña muestra del rico contenido analítico que ofrece la reciente obra de Gilles Lipovetsky. Sociedad de la seducción debe estar ya en las librerías de Barranquilla. Con seguridad, los contenidos de la entrevista de Sophie Rodríguez han despertado gran interés en lectores curiosos como nosotros.