Este domingo, en el Parque Cultural del Caribe y en el marco del Carnaval de las Artes se presentará a las 7:30 de la noche Yuri Buenaventura.
Yuri Alex Bedoya (así se llama) es un versátil y polifacético músico, que encontró en la salsa el lenguaje para expresar su vida de barrio, sus experiencias como ser humano y sus raíces musicales del Pacífico, de ese “bello puerto del mar mi Buenaventura”, como expresa la canción de Petronio Álvarez.
El músico acogió su lugar de nacimiento como apellido artístico y así, como Yuri Buenaventura, fue abriéndose paso en la escena de las músicas latinas en Francia, lugar hasta donde llegó para estudiar economía, pero los sones y los tumbaos lo jalaron para al escenario, abandonando de ese modo su intento de parecerse a Adam Smith.
Admirador de Héctor Lavoe, el reconocimiento de Yuri vino de afuera hacia adentro. Como un profeta que suma seguidores y seguidores, su fama se propaga hasta los límites de su propia tierra.
Yuri vive entre América Latina, África y Francia, país donde reside, el cual lo ha acogido como un hijo ejemplar y ha reconocido sus valiosos aportes a la cultura.
El destacado cantante músico y compositor Yuri Buenaventura conversará con el periodista y escritor David Lara Ramos.
Por razones de espacio quiero dejarles apenas un fragmento de las hermosas palabras inaugurales entregadas ayer al público del Carnaval de las Artes por parte del escritor Tomás González:
“Es posible que los nombres de las obras duren más que los de sus creadores o que sean desde el principio anónimas. Da igual. El árbol seguirá siendo danzante y el Yo seguirá pasando, como por una red vacía, entre las nubes y el crepúsculo. Lo que importa es que las mujeres de arena y los textos de tinta tejida lleguen con fuerza a otros humanos e influyan en su manera de imaginar el mundo.
Unas cosas influyen en las otras, unas cosas se convierten en otras. Esa es la esencia de toda metáfora. Las ballenas se volvían aceite y ardían en las lámparas. El petróleo se vuelve suéteres, plásticos, la gente se vuelve humo. Aunque la ciencia se ocupe de ellas, las transmutaciones incesantes no son de temperamento científico. Son carnavalescas. Son la reafirmación emotiva de que el mundo no tiene forma fija. Todas las cosas, con la euforia y la angustia del carnaval, se convierten en otras. La alegría del ternero que se da cuenta de pronto de que Es, de que existe, y da brincos en el potrero, es parte de la transmutación en ternero del aire, del agua, del pasto. Y la angustia del elefante que siente llegar la muerte es parte de su transmutación en infinidad de formas, hormigas, buitres, gusanos, hienas, mariposas que se alimentan en sus inmensos vientres podridos y son la reafirmación de algo que tal vez sea uno de los más comunes de todos nuestros lugares comunes. Cuál es, ya lo voy a decir. La vida es un carnaval”. El texto completo de Tomás figurará en el libro memoria del Carnaval de las Artes.