Estoy dándome cabezazos contra la pared porque el 6 de mayo de este año ocurrió una tragedia en el mundo de las ciencias y yo no me di cuenta, por lo que me inflijo este autocastigo. Falleció uno de mis escritores más queridos, el biólogo y filósofo chileno Humberto Maturana y sólo me percaté de eso hace 2 días porque me lo dijo un paciente a quien le recomendé un libro de este autor. Imperdonable.
De tal manera que, en un intento tardío de reivindicarme con todo lo que me enseñó y en un resumen injusto de todo lo que aprendí en sus escritos, le rindo homenaje a través del reconocimiento de tres principios que me enseñó y han sido fundamentales en mi vida.
El primero, es su definición del amor como fenómeno biológico y no como cosa romántica que confunde porque limita a un contexto entre dos personas. Maturana se refiere a la biología del amar de esta manera: “No hablo de sentimiento ni bondad, hablo de la emoción que especifica el dominio de acciones en las cuales los sistemas vivientes coordinan sus acciones de un modo que trae como consecuencia la aceptación mutua”. Es la emoción que me permite amar a mis amigos.
El segundo, es su concepto sobre el lenguaje. Somos humanos en el lenguajear, no usamos el lenguaje para ser humanos, sino que lo usamos porque operamos en el lenguaje. Lo humano existe en el proceso de conversar, que es un modo de co-emocionar, el diálogo como manifestación de una conducta social. Es a través del leguaje que existimos y emergemos como humanos colaboradores, solidarios y respetuosos del otro como un legítimo otro. No es el cerebro ni los genes los que determinan nuestra conducta, es el proceso de conversar donde interactúan lenguaje y emoción. Lo tengo tan consciente que co-emociono cada vez que lenguajeo con mis amigos, que de tanto amarlos biológicamente ya son mis hermanos.
La tercera representó una gran ayuda para mí porque fue como encontrar el santo grial de las ciencias que me explicara el origen y sentido de la vida, una definición que salió a la luz gracias a que Francisco Varela, biólogo y filósofo chileno también, le solicitó una descripción práctica y completa sobre el fenómeno de la vida, y Maturana le tiró este ladrillo que, por supuesto me aprendí: Los sistemas vivos están organizados en un proceso causal, circular y cerrado, que permite el cambio evolutivo de modo que la circularidad sea mantenida, pero que no admite la pérdida de dicha circularidad. La vida es una repetición sobre sí misma en la que los componentes deben ser producidos y mantenidos por el propio sistema para establecer un sistema circular de cocreación que la mantenga. Es la organización básica de los organismos vivos. Eso se llama autopoiesis. Auto: sí mismo. Poiesis: poesía, creación.
Así fue como se dio el lenguajeo con mis amigos que son mis hermanos que llevamos la misma sangre y coemocionamos en la misma emoción.
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