La última película de la versátil directora inglesa Andrea Arnold nos recuerda su aclamado éxito pasado Fish Tank (2009). Esta nueva obra es una historia familiar matizada con momentos de humor y fantasía, lo que permite al espectador digerir los conflictos traumáticos de los personajes con más facilidad.

Arnold ha sido una de las directoras más respetadas en el Festival de Cannes. Después de explorar el mundo de la adolescencia estadounidense con American Honey (2016), presentada también en este festival, seguida del documental Cow (2021), así como algunos episodios de las series Big Little Lies (2017) y Transparent (2014), la realizadora vuelve a sumergirse en la adolescencia británica, adentrándose en el núcleo de una familia disfuncional.

La trama sigue a Bug (Barry Keoghan), un joven padre soltero que apenas presta atención a sus dos hijos. Reside en un apartamento en el condado de Kent, donde la directora vivió, y se dedica a hacerse tatuajes de extraños animales que parecen caminar por su pecho estrangulando su cuello.

La hija mayor, Bailey (Nykiya Adams) aparenta ser mucho mayor que sus 12 años biológicos, mostrando con su mirada meditativa y precoz que ha tenido que madurar prematuramente. Su madre reside en otro lugar con una pareja abusiva. Por otra parte, el medio hermano mayor, Hunter (Jason Edward Buda), perteneciente a una pandilla que usa máscaras para aterrorizar a la gente, está inmerso en su propio mundo junto a su novia Moon.

Bailey se opone rotundamente a los planes de su padre de casarse con Kayleigh (Frankie Box), una joven a quien conoció hace apenas 3 meses. Para financiar la boda Bug planea vender el veneno de una rana que supuestamente tiene efectos alucinógenos.

Cuando Bailey conoce a Bird (Franz Rogowski), un extraño muchacho que viste faldas y carece de la agresividad que caracteriza su entorno, se convierten en mejores amigos. La amabilidad y delicadeza de Bird sorprenden a la joven, y la conexión se intensifica.

Bailey descubre el deseo de Bird de encontrar a su padre, y decide acompañarlo en la búsqueda. Sin embargo, el resultado es infructuoso, ya que el hombre ha formado una nueva familia y no lo reconoce.

La película expone problemas que aquejan a las clases desfavorecidas como la violencia, la drogadicción y la falta de supervisión de los niños, dejando mucho para reflexionar. El uso del realismo mágico como recurso final subraya la falta de soluciones claras en tales situaciones.

@Gisela Savdie