Después de un difícil 2020 que agudizó y puso en evidencia lo injusto y desigual que es este país, el año 2021 era una oportunidad para vivir de otra manera. Pero casi todo sigue igual. Quizás el cambio más profundo de nuestra sociedad, y que se venía gestando de tiempo atrás, se da en la manera como los colombianos empezamos a comprender nuestros problemas, que incluye no confiar gratuitamente en la dirigencia política nacional ni en los partidos. Tampoco el seguir aceptando la forma como se gerencia el país ni al servicio de quién está.

Colombia, en las últimas décadas, había avanzado algo, gracias al empuje, empeño y persistencia de los colombianos que, en medio de las injusticias y desidia política de los gobiernos y la falta de solidaridad de los más afortunados, insisten en trabajar por un mejor país. Y aunque hay dudas frente a la democracia y la paz, se logra sostener el propósito de buscar un mejor futuro. El próximo año necesariamente tenemos una gran oportunidad para disponernos con claridad, convicción y voluntad a hacer un mejor país para todos.

Es importante que los ciudadanos, en su vida comunitaria y asociativa, sigan organizados, social y políticamente, expresándose siempre legítimamente a través de la participación como la manera más directa de reclamar y transformar la nación para todos y para las regiones. Los ciudadanos deben continuar interviniendo sin restricción alguna, sin persecución y sin descalificación. Deben actuar con fuerza y decisión, de manera directa, con suficiente vehemencia, sin tantos procedimientos formales y sin intermediarios costosos, dispendiosos e innecesarios.

Existe la esperanza de que el próximo año ratifiquemos un primer criterio democrático y es que sean las mayorías las que decidan el nuevo gobierno y el parlamento. Ojalá estos sean los mejores. Igualmente, que esa voluntad mayoritaria, por primera vez en Colombia, materialice un principio de valoración democrática complementaria, según el cual esa mayoría puede ser distinta a la de siempre. Esto con el fin de superar, de una vez por todas, las maltrechas y tradicionales políticas que han construido mayorías electorales cada vez menos legítimas y responsables de que hoy seamos una sociedad poco viable democráticamente. Dichas mayorías se han cimentado institucionalmente para favorecer a grupos políticos que se volvieron minoritarios y excluyentes; y que solo han beneficiado con el desarrollo nacional a menos del 30% de la población.

Existe la esperanza de que en el 2022 se obtenga en las urnas una decisión mayoritaria que sea respetada, y que establezca por primera vez un gobierno de cambio y de progreso, distinto de aquellos que siempre han gobernado. Un nuevo gobierno que oriente transformaciones para todos. Que defienda la paz y construya seguridad para los colombianos. Gobierno que promueva una distribución menos injusta de la riqueza y los ingresos nacionales. Así mismo, que consolide y gerencie instituciones que estén al servicio de los ciudadanos y no de quienes las diseñaron de espaldas y contra la mayoría ciudadana. Instituciones que sean para todos y no para unos pocos.