Seamos francos. En Colombia, muchos aspiran a convertirse en verdaderos líderes, ejemplos para su comunidad en el ejercicio de su labor, pero les falta pelo para moño y terminan haciendo el ridículo, convirtiéndose en una vergüenza para ellos mismos y su entorno.

Sobre este tema se han escrito tratados enteros destacando las habilidades o cualidades de los buenos líderes en los distintos campos. Sin embargo, la realidad nos devuelve una ausencia notable de dirigentes que den la talla y capaces de orientar a sus equipos, organizaciones o a los ciudadanos en general. Se quedan cortos ante un reto que exige preparación, dedicación, entrega, sacrificio, desprendimiento y sobre todo, grandeza que según la Real Academia de la Lengua se define como “elevación de espíritu y excelencia moral”. Cójame ese trompo en la uña, diría el maestro del periodismo Don Chelo de Castro.

Toca asumir que hoy estamos en la era de los "antilíderes" que imponen sus posiciones egocéntricas, su apetito voraz por el poder y por figurar, personas que actúan y toman decisiones carentes de un mínimo sentido común y muy por encima de los intereses, necesidades y demandas de la mayoría. Insensatez ramplona que profundiza aún más la enorme crisis de confianza y de valores que sacude nuestra sociedad reforzando aquello de que todo vale. ¡Pues no!

Si la reflexión les está resultando muy retórica, les dejo un caso de la vida real: la penosa actuación del expresidente del Congreso, Ernesto Macías. De principio a fin su paso por el cargo, uno de los más importantes de la institucionalidad colombiana, fue nefasto. Su desafortunado discurso en la posesión del presidente Iván Duque el 7 de agosto de 2018, una diatriba violenta contra el anterior gobierno y contra quienes respaldaron sus iniciativas de paz, resultó ser un acto premonitorio de la tormenta política que desatarían sus posiciones radicales.

Hasta último momento Macías peló el cobre, llegando a jactarse incluso de lo que fue “su última jugadita como presidente” del Congreso al pasarse por la faja el Estatuto de la Oposición el 20 de julio. Su irrespetuoso comportamiento apartándose de las reglas de juego durante su presidencia le hizo un enorme daño al país y a su partido, el Centro Democrático.

Como él, la lista de “antilíderes” en política es extensa, pero no exclusiva de este sector. Hay que saber identificarlos, estén donde estén, para poner en evidencia su baja catadura moral, aunque ellos se esfuercen por demostrar una valía incuestionable. Toca aguzarse porque de cara a las elecciones nos pueden meter gato por liebre o algún delfín con escasos méritos.

PD: Asumió como presidente del Congreso el carmero Lidio García, llamado hoy a devolverle dignidad al Legislativo tras Macías. Tendrá que desplegar todo su talante liberal para saldar la enorme deuda del Senado con los ciudadanos, ofreciendo además independencia, garantías e inclusión para todas las bancadas que, dicho sea de paso, arrastran desprestigio por sus actuaciones.