Cuando la tormenta pase y se amansen los caminos y seamos sobrevivientes de un naufragio colectivo. Con el corazón lloroso y el destino bendecido nos sentiremos dichosos tan sólo por estar vivos. Y le daremos un abrazo al primer desconocido y alabaremos la suerte de conservar un amigo. Y entonces recordaremos todo aquello que perdimos de una vez aprenderemos todo lo que no aprendimos. Alexis Valdés.

Yo me pregunto, ¿sí aprenderemos todo lo que no aprendimos? ¿o cuando todo pase olvidaremos lo vivido?. Nada hasta el momento nos ha hecho reaccionar, ni la pobreza, ni la miseria, ni el hambre, ni las injusticias, ni la guerra, ni la destrucción del medioambiente, ni la infelicidad, ni las cifras crecientes de depresión y suicidios. Seguimos corriendo en la vida queriendo tener cada vez más y actuando como si los recursos naturales fueran ilimitados y como si unas personas fueran superiores a otras y al medioambiente, creyéndonos invencibles. Como dijo el Papa: “Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”.

Y a pesar del daño que le hemos causado al planeta, hoy nos invita a reflexionar desde nuestros hogares, nos muestra el camino, nos da una esperanza y una nueva oportunidad: los delfines regresaron a Cartagena y a Santa Marta, los conejos a las calles de Bogotá, las zarigüeyas a las de Neiva, los pavos reales a Madrid, los peces a los canales de Venecia y los Himalayas pueden verse, después de 30 años, desde Punjab.

El comportamiento de muchas personas, empresas y mandatarios también nos da una esperanza al ver a un gobierno que prioriza la salud, la seguridad alimentaria y el empleo de los ciudadanos. Al ver a un empresariado unido que colabora entre sí, entendiendo que los objetivos individuales pasan a un segundo plano. Al ver a tantas personas que han replanteado las prioridades de su vida valorando la salud, la familia, y la vida sobre el dinero, las cosas materiales y el poder, que hoy reconocen y agradecen el trabajo de otros, que aportan su salario, un mensaje de esperanza, un chiste, una receta o una rutina de ejercicio, pensando en el bienestar de los demás. Al ver a un cuerpo médico arriesgando su vida por los otros.

Continuemos en este camino y desde ya asumamos compromisos con la humanidad, el medioambiente y con nosotros mismos para que cuando todo pase no olvidemos lo vivido. Por eso, yo me comprometo a que una vez regresemos a nuestra rutina diaria, no me dejaré atropellar por los quehaceres y afanes diarios, permitiéndoles que sean ellos quienes dicten mi vida y aplasten mis sueños. Yo me comprometo a, cada día, elegir ser feliz y vivir agradecida. Yo me comprometo a no olvidar lo frágiles que somos y a cuidarme, lo cual implica también cuidar al medioambiente desde mis acciones diarias. Yo me comprometo a trabajar por la equidad. Yo me comprometo a confiar en la vida y dejarla fluir.

Invito a todos a asumir desde su vida personal, organizaciones o entidades de las que hacen parte, los compromisos que el planeta nos implora a gritos. Hagamos que todo este sufrimiento no sea en vano; hagámoslo por ese anciano que tuvo que despedirse de su familia a través de una pantalla. Hazlo por tus hijos, pero principalmente por ti. Aprovechemos este tiempo para aprender todo lo que no aprendimos porque estoy segura de que así como canta el italiano Roby Facchinetti: “Estos días cambiarán nuestros días. Esta vez aprenderemos un poco más”.

@DCepedaTarud

Daniela@cepedatarud.com