El fútbol tiene esos cambios de genio que a veces ha llevado a más de uno a pensar que fue engendrado en las fechas de los géminis, signo zodiacal de los que se dice que cambian de temperamento en un zig-zag. Un día te sonríen, y al otro ni te saludan, o se cabrean sin saber qué razones lo han llevado a semejante cambio de humor.
Junior, por ejemplo, está experimentando unos cambios difíciles de concebir. La directiva entregó al entrenador, un excelente técnico, conocedor del campeonato, un equipo con todos los juguetes.
Pidió Luis Fernando Suárez un número 10, y aunque lleve el 18 a su espalda, el club le trajo a Matías Fernández. Un 10. La prensa nacional comenzó a hablar maravillas de este equipo, que si era el que tenía la mejor plantilla, el que practicaba el mejor fútbol y el que tenía jugadores que podían ir a la selección, entre ellos los laterales Piedrahíta y Fuentes.
Como si esos comentarios fueran más una maldición que una bendición, el equipo entró en un túnel en el que las ocasiones de gol dejaron de aparecer, los fallos defensivos alumbraron a los rivales y jugar con 10, no con un 10, la mayoría de partidos se convirtieron en el menú favorito del Junior.
Esta semana, en la que el equipo no ha tenido compromiso entre semana, tiene que servir al profesor Suárez para hablar bien con su sicólogo e intentar entender que le ha pasado a este equipo. Teófilo Gutiérrez, por ejemplo, se ha atrevido a decir que hay jugadores que todavía no han asimilado que están en Junior. Digo yo que Teófilo es el primero que tiene que asimilar eso y como veterano del vestuario tendría que ayudar a explicarlo a los que él cree que no saben dónde se han metido.
Recordar el juego de Junior durante las primeras jornadas de la Liga da lugar al optimismo. Este equipo tiene que reaccionar y el reset debe servirle para recuperar la memoria de sus mejores días. Esos en los que tenía la posesión del balón y, al mismo tiempo, creaba ocasiones de gol. Esos días en los que Fuentes y Piedrahíta iban al ataque y defendían bien. Esos días en los que Junior se ganó los elogios por la vistosidad de un juego más vertical que horizontal.
Este Junior tiene potencial para enderezar el rumbo aunque el domingo no cuente con su mejor jugador por compromisos con la selección. Pero es tiempo de cambiar la cara, de confirmar que lo recientemente pasado solo fue culpa de las brisas que le cambiaron el genio.