Por su situación geográfica, Colombia es un país en el que se presentan diversos fenómenos naturales amenazantes a lo largo del año, independiente de las temporadas de más y menos lluvias.
En ese contexto, estamos abocados a enfrentar situaciones de emergencia, que pueden ser contrastantes para una misma época, presentándose zonas con suelos saturados en áreas inestables de ladera, inundaciones, anegamientos y demás; mientras en otras, puede prevalecer una condición de sequía que favorece la ocurrencia de incendios de la cobertura vegetal y desabastecimiento hídrico.
Cada vez que el país sufre situaciones de desastre, nos detenemos a pensar, cuál o cuáles deberían ser los mecanismos o herramientas necesarias que permitan, de alguna manera, disminuir dichos impactos.
En ese sentido, el primer esfuerzo reconocido internacionalmente hacia el desarrollo de Sistemas de Alertas Tempranas (SAT), se logró a través de varias conferencias sobre el tema impulsadas por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Gracias a esas conferencias, acuerdos y marcos de acción, los SAT se han venido masificando.
También hoy se está hablando de pronósticos basados en impactos, los cuales tienen como objetivo integrar información sobre cómo y en qué magnitud un fenómeno meteorológico extremo puede llegar a afectar a la población. No es lo mismo anunciar una alerta por vientos fuertes en un aeropuerto, que decir que los vuelos podrían verse demorados o afectados a causa de viento intenso.
Así mismo, vale la pena mencionar el desarrollo de plataformas de difusión masiva de alertas, tomando como ejemplo, la iniciativa de Organización Meteorológica Mundial enfocada hacia la implementación del Protocolo de Alerta Común (CAP). En el 2013, a partir de una alianza entre la UNGRD, Google y el IDEAM, el CAP se implementó en Colombia, siendo en ese momento el quinto país en lograrlo, después de Japón, Taiwán, Australia y Estados Unidos.
Sin embargo, tanto la información contenida en el CAP como la emitida por el IDEAM, siguen siendo de carácter nacional. Por esta razón, en diversos escenarios he afirmado, que esas alertas siendo muy importantes, se convierten en señales de lo que puede ocurrir, pero es necesario aterrizar dicha información a lo local.
Lo ideal sería implementar sistemas de alerta a escala departamental o en el mejor de los casos a nivel municipal, levantando toda la información relacionada con el conocimiento el riesgo y ojalá con herramientas tecnológicas que permitan un monitoreo efectivo.
Es recomendable que se cuente con una plataforma única de visualización, en la que se disponga la información en función del seguimiento y el monitoreo 24/7, especialmente en esas épocas en las que uno u otro fenómeno se “dispara” ante las condiciones meteorológicas que lo exacerban. Deben establecerse mecanismos de comunicación efectivos y oportunos ante una inminente condición de riesgo con una participación decidida por parte de la comunidad en todo el proceso.
En el contexto de la zona Caribe se han planteado algunos ejercicios de SAT, que desafortunadamente no han tenido la continuidad deseada. Es necesario retomarlos.
* Meteorólogo Videoclimet.