Sencillo, ajeno a la vanidad, a pesar de ser una de las personas más condecorada mundialmente. Lúcido intelectual, escritor y profesor, doctorado en ciencias históricas en la Universidad de la Habana, con maestrías en Estudios sobre América Latina y el Caribe, y especializaciones en Arqueología y Restauración de Centros Históricos.
En sus charlas embelesaba a sus oyentes con una voz firme, amena y profunda; era un juglar de la memoria de su pueblo. De origen humilde, llegó a codearse con Reyes, Presidentes y encumbradas personalidades del mundo.
Se inició trabajando, a los 16 años, en la Junta de Coordinación, Ejecución e Inspección de la Habana, donde conoció la zona, sus problemas y a sus habitantes, a quienes les hablaba con fluidez y calor humano; orientaba, enseñaba e instaba a cooperar con la ciudad. Les decía sus sueños sobre el futuro de aquellas casas, palacios, columnas y hasta de sus piedras, suscitando algunas sonrisas burlonas, por lo que en una ocasión manifestó... "Sí, pueden pensar que estoy loco, pero solamente a un loco se le puede ocurrir hacer estas cosas y pensar que las logrará".
Con el tiempo fue capaz de levantar, desde la nada o de las ruinas una catedral, una universidad, un teatro, una plaza, una imagen y demostró el valor de las ideas y de la persistencia, y que por muy duras que sean las batallas, siempre hay formas como vencerlas.
Sirve de ejemplo la persistencia realizada durante 22 años, en obtener y lograr trasladar a la Habana, a pesar del bloqueo de Estados Unidos, una réplica de la estatua ecuestre de José Martí, de la escultora norteamericana Anna Hyatt, que se encuentra en el Central Park de New York, y ubicarla en la Plaza 13 de Marzo.
Cuando llegué a Cuba, como Embajadora, fue de las primeras personas con quienes me reuní y junto con mi esposo creamos una gran empatía, y pudimos disfrutar de amenas veladas donde gozamos con sus historias y anécdotas. Una que recuerdo fue la de cuando estuvo con Fidel en su visita a Cartagena en 1993 y en el vuelo de regreso, él, maravillado de nuestra ciudad, le preguntó: ¿Qué podemos hacer para que la Habana se parezca a Cartagena?. Eusebio respondió: "unidad de mando". Así fue que Fidel lo invistió de la autoridad para poder adelantar la recuperación y lograr gestionar los recursos necesarios, con entidades internacionales, para realizarla.
En el 2017, atendiendo a una invitación de la Embajada y de la alcaldía de Cartagena, vino a dar una charla sobre la restauración de la Habana, llenando el Teatro Adolfo Mejía. Mostró con imágenes, ante un público absorto, el estado en que se encontraba cada una de las recuperaciones, su proceso y su resultado final.
Para él la revitalización de un centro Histórico, no solo debe lograr el rescate de edificaciones, si no que hay que incluir a sus habitantes y su entorno, para mejorarles su calidad de vida. Decía: "Una ciudad tiene que ser viva", por eso cuando recuperaba un edificio, a la vez, adecuaba viviendas, escuelas, universidades, centros de salud, y espacios de cultura y entretenimiento.
Eusebio Leal deja un legado imborrable, logrando una hermandad de todo el mundo en defensa del patrimonio Cubano a la que consagró su vida, dejando un enorme vacío en el mundo del patrimonio cultural.
Hizo su lema, una frase de José Martí "Los hombres van en dos bandos, los que aman y construyen y los que odian y deshacen".