Conocer, incluso por anticipado, el comportamiento del clima permite casi que garantizar el éxito de un cultivo, a lo que obviamente hay que sumarle las condiciones en que se desarrolla la producción de éste.
Un reflejo de ese conocimiento es la anécdota narrada por Aristóteles que nos informa que Thales de Mileto utilizó sus conocimientos para predecir que en el verano siguiente habría una gran cosecha de aceitunas, y basado en eso arrendó por anticipado todas las presas de extracción de aceite a bajo precio. Obviamente se ganó una cantidad de dinero sin cultivar una aceituna. Algo parecido pretendían los hermanos Duk en la película De mendigo a millonario al querer conocer por anticipado el informe que daría cuenta del efecto de las heladas en la producción de jugo de naranja.
En Colombia, en términos generales, la mejor ayuda que hemos tenido para conocer el clima es el ancestral almanaque Bristol, que va para 198 años de existencia. De seguro no lo ha tenido en consideración la designada ministra de Agricultura cuando nos propone, sin tener en cuenta el clima, y como derivado del catastro multipropósito, gravar con mayores impuestos la tierra que determinen como improductiva, la que, por cierto, hasta ahora no se conoce con qué criterios se determinará como tal.
Según la próxima ministra hay 22 millones de hectáreas de tierra con vocación agrícola y se están explotando apenas 5.3 millones. Cifra que se incrementaría al tomar, como pretende, 19 millones de hectáreas, que, según ella, son improductivas porque están dedicadas a la ganadería, actividad que, según sus declaraciones, sólo debe tener 15 de las 34 millones de hectáreas que hoy, supuestamente, ocupan.
Lo que no es supuesto, tal como lo expresa el Conpes 3958 de marzo de 2019, es que, con corte al 1° de enero de 2019, el 66% del territorio nacional tenía información catastral desactualizada; el 28.3% no contaba con formación catastral y sólo el 5.6% del territorio nacional tenía información actualizada. Como si lo anterior fuera poco, el Conpes 4007 de octubre de 2020 propone un Sistema de Administración del Territorio (SAT), entre otras razones, por las profundas debilidades en la generación, conocimiento e integración de la información sobre el territorio, a los que se suman las contradicciones y conflictos por las decisiones que se toman sobre el mismo.
Que tengamos, a pesar de lo que dicen los documentos Conpes, pero tal como lo desea la ministra, 41 millones de hectáreas listas para cultivar, no todas ellas en clima templado, requiere un esfuerzo más allá del tributario, y uno de ellos es, precisamente, el conocimiento del clima y de los efectos que éste tiene sobre la tierra y la productividad agrícola.
Lo que pasó con la agricultura a las orillas río Sinú, cuya tierra resultó arcillosa, o los cambios que ocurrieron en San Onofre (Sucre), que de tener un clima de bosque húmedo tropical pasó a bosque seco, o de los esfuerzos que se han hecho en el Llano para que la tierra sea apta para cultivos, son sólo ejemplos de que uno de los problemas a tener en cuenta, antes de gravar o distribuir la tierra, es el clima.
Que no ocurra en la agricultura lo que nos está pasando con las tarifas de energía en el Caribe, precisamente porque los que deciden y han decidido, desconocen las condiciones climáticas.
@clorduy