Si algo caracteriza a los políticos colombianos es su infinita arrogancia. No se salva ninguno, pero su impacto varía según el tipo de arrogancia que los caracteriza. No se libran de esa característica ni aquellos con sello regional, como los de la Región Caribe; ni los cachacos radicados en Bogotá; pero tampoco aquellos que realmente representan una ideología distinta a esa derecha mayoritaria que nos ha caracterizado hasta ahora. Como es una constante no importa los resultados de estas elecciones, todos los colombianos nos veremos afectados de una u otra manera por la arrogancia de los políticos.

La arrogancia de los costeños, es decir de aquellos de la Región Caribe, se distingue porque los tiene sin cuidado lo que opine el resto del país de sus políticos. Pueden ser protagonistas de los peores escándalos de corrupción, pero desde los más informados hasta los representantes del resto de los sectores, votan por quienes han cooptado por distintas razones el poder político en esta parte del país. Así no hablen. Para muestra un botón con el candidato mudo de Barranquilla. Esa arrogancia termina en que si llega al poder uno de ellos el resto del país será ignorado o pasará a segundo plano si no al tercero de las prioridades de su gestión. ¿Más que limosnas para los pobres?

La arrogancia de los cachacos mejor definida por los que se sienten bogotanos que se consideran élite de este país, es la de esos candidatos que creen que la capital es Colombia o que eran gourmets y tuvieron que bajar su estándar gastronómico en campaña.

El resultado es desconocer el pluralismo geográfico y cultural y étnico de nuestra sociedad. La Nación es Bogotá y si acaso otra de las otras tres capitales del país que merecen su atención. Sudan como locos en el Caribe y no se saben las capitales de los que todavía se consideran como nuevos departamentos. Estos son los primeros damnificados a la hora de tomar decisiones de política pública si llegan al poder. Seguirán entonces las grandes brechas regionales. ¿Tomarán cuenta a los marginados siquiera de Bogotá?

Pero también son arrogantes los políticos que pregonan el cambio, de pronto porque el resto del país extremadamente de derecha, ni siquiera los mira. Esos ponen a los pobres de primero y obviamente los ricos se sienten tan amenazados que insultan públicamente a quienes no afirman que detendrán a quienes representan esta tendencia. Los ricos, los poderosos los que se han beneficiado de esa mirada excluyente de los gobiernos de las últimas décadas están dispuestos hasta irse del país por físico pánico.

No serán la prioridad si esa tendencia logra el poder que le ha sido esquivo y tienen razón en que será también un poder arrogante. La pregunta que surge es si tener los ojos puestos en esos amplios sectores pobres y marginados no beneficiaría también a los ricos. Además, como los pobres están en todo el país de pronto les toca ser menos centralistas. Pero como todos los políticos colombianos estos también serán arrogantes. ¿Morirán de pavor los ricos?

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