Ante el número inusitado de precandidatos presidenciales que hoy tiene Colombia, la pregunta recurrente entre la mayoría de nosotros es precisamente esa: ¿Quién será? Quién será entre todos ellos el que puede redireccionar a esta sociedad perdida entre un sin número de crisis. La verdad es que así como hay nombres de personas capaces estos están mezclados con otros sin la menor posibilidad de alcanzar esa dignidad y otros que definitivamente nunca debieron entrar en esa contienda. Entre otras, porque confunden al elector, hacen perder el tiempo en debates inocuos y bajan el perfil de la campaña. Algunas de sus declaraciones no valen la pena tenerlas en cuenta.

Hoy en día más que claridad hay confusión. Como lo han reconocido hasta sus más fuertes opositores, sólo Petro tiene asegurada su entrada a la recta final y los demás han sido clasificados como enanitos por el poco apoyo que han logrado en la opinión pública. Esto es muy grave para esta democracia tan debilitada que tenemos, pero la verdad es que algunos o mejor la mayoría no se ayudan. Fajardo que es el segundo hasta ahora pero aún muy lejos de Petro y cayendo, no logra concretar nada y en su última entrevista dejó fríos a sus seguidores al afirmar que todavía había mucho tiempo como para entrar en precisiones. Falso, el tiempo se está acabando y si continúa dilatando el lanzamiento claro de sus propuestas, lo seguirá dejando el tren.

Alejandro Gaviria quien para muchos era una gran esperanza por su capacidad, honestidad y carisma, se ha dejado enredar de una manera peligrosa y ahora si se une a la Comisión de la Experiencia, queda demasiado cerca al neoliberalismo y a esa especie de derecha que muchos no quieren seguir viendo en el poder. Es una lástima, pero lo que le ha sucedido es que muy pronto quedó en evidencia su inexperiencia en el manejo de esa política perversa de esta sociedad colombiana. A veces queda la sensación de que el expresidente Gaviria quiere sacar adelante a Alejandro, pero enterrando a Fajardo y la Comisión de la Esperanza está poniendo todas sus cartas en Fajardo sacrificando a Alejandro Gaviria. Una pelea con todos los ingredientes que le han hecho mucho daño a este país: personalismo y no ideas.

En medio de esta confusión, no hay mujeres con verdaderas posibilidades y la presidencia seguirá en manos de hombres lo que demuestra que el techo de cristal para nosotras en la política es una dolorosa realidad en Colombia. La Región Caribe reconocida por ser la política y su ejercicio lo que la distingue, no ha sido capaz de tener candidatos viables lo que demuestra que más que política en su verdadero sentido lo que se ejerce en esta parte del país es la politiquería con todos los vicios que eso implica. Pero en general, las regiones siguen como tales por fuera de esta contienda e impera el centralismo a pesar de todos los discursos sobre autonomía regional.

En síntesis. Mal, muy mal va esta campaña. No se ven luces para un futuro mejor porque no obstante existir algunos buenos precandidatos están enredados en peleas pequeñas, para no hablar del egoísmo o mejor el personalismo de esos jefes políticos que se quedaron en sus egos y se olvidaron de sus responsabilidades. En conclusión, a pocos meses de las elecciones seguimos cada vez con menos claridad sobre: ¿Quién será?

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