Cada día es más evidente que en Colombia y en la Región Caribe hay personajes intocables y lo increíble es que ellos solos se reconocen como tales. Son individuos cuyas actuaciones nada ni nadie puede poner en entredicho independientemente de los problemas que causen. Surgen dos preguntas ineludibles. La primera de ellas es absolutamente obvia: ¿quiénes son? y la segunda, ¿qué los hace intocables?
La primera es fácil de responder porque la evidencia es clara: se trata de aquellos que ostentan un inmenso poder económico o están muy cerca de él. Es el dinero, la riqueza, lo que los blinda porque aún aquellos intocables que pertenecen a la política su protección nace más de su gran riqueza que del ejercicio de esa profesión. Cabe aquí perfectamente la pregunta de Jose Elías Melo en su entrevista en Semana, cuando plantea “soy el único pendejo clavado en este escándalo”, refiriéndose al caso de Odebrecht en el cual se identifican muchos de esos personajes intocables cuando el único preso es precisamente él, la parte más débil de la cadena. Algo similar debe estar pensando Aída Merlano, la única condenada del peor capítulo de compra de votos en Barranquilla, cuando están involucradas por lo menos dos familias de intocables. Y los ejemplos siguen.
Pero por qué ciertas personas y familias se convierten en intocables, es el segundo interrogante que amerita una respuesta. Primero por la autocensura, es decir la inhibición de aquellos que tienen argumentos en contra de las actuaciones de los intocables pero que se frenan y no lo hacen precisamente por el inmenso poder que ostentan estos individuos; pero esto parece que por fin está cambiando. Sin embargo, no puede desconocerse que estos círculos de poder donde ellos se mueven tienen demasiadas ramificaciones y con ellas pueden perjudicar a quienes se atreven a debatir sus actuaciones y el impacto de estas.
El segundo factor que contribuye a su carácter de intocables nace de una doble circunstancia. En primer lugar, ese tipo de situaciones genera un aislamiento de la realidad hasta el punto en que estos personajes llegan a creer que tienen un poder infinito que nadie puede cuestionar. Lo grave es que la realidad termina por confirmar esta sensación al convertir a estos individuos en todopoderosos. En segundo lugar, como si no fuera suficiente, se agrega además un factor adicional “su incapacidad de autocrítica” que termina llevándolos al absurdo de creerse infalibles.
Si estas características del comportamiento de los intocables solo afectasen a su círculo social, vaya y venga, pero lo grave es que precisamente por manejar importantes niveles de poder económico y político su impacto recae sobre quienes no tiene posibilidad de reaccionar, pero sí sufren las consecuencias de decisiones que no solo los excluye, sino que puede afectarlos negativamente. Por ello es fundamental evidenciar su existencia y las consecuencias de muchos de sus actos, porque existe la altísima posibilidad de que estos seres intocables se tomen en amplios sectores como algo inevitable, sobre lo cual poco puede hacerse. Gravísimo.
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