Con todo el respecto que se merecen los expresidentes de Colombia, en el caso que hoy tiene a la vicepresidenta de Colombia en medio de un debate muy difícil, creo que se equivocaron cuando no la aconsejaron bien, o mejor cuando no manejaron de una manera más transparente su caso.

Como lo han afirmado muchísimos analistas y no solo los políticos de oposición, una cosa es ser un funcionario nombrado por un presidente y otro uno elegido por el pueblo colombiano. Pero aun en este primer caso se pueden hacer observaciones que los presidentes de turno no consideraron. Una cosa es ser Ministra de Comercio y otra ser embajadora de Colombia ante el gobierno francés o ministra de Defensa.

Colombia no puede seguir acumulando casos de embajadores a los que el mundo puede relacionar así sea injustamente con problemas con narcotráfico. Es un riesgo primero para el embajador a quien pueden atacar por episodios familiares no públicos; segundo, es muy negativo para Colombia que lucha por desnarcotizar su imagen internacional. También se corrieron riesgos innecesarios en el nombramiento de Martha Lucía como ministra de Defensa, por ser esa cartera la que maneja entre sus temas precisamente el de la lucha contra el narcotráfico.

Aun en este caso si hubiera sido público el pasado de su familia, ella habría podido argumentar lo que afirma ahora, que precisamente por haberlo sufrido de cerca este drama, tenía la motivación para luchar contra el narcotráfico.

Ahora bien, cuando la carrera de Martha Lucía se movió de los nombramientos a la elección en cargos con votos del pueblo colombiano, los expresidentes, al menos muchos de ellos, mantuvieron una gran cercanía con ella porque de otra manera conociendo al país, no hubiera llegado hasta ser candidata presidencial y vicepresidenta. Muchos tenemos la experiencia de que cuando los expresidentes no quieren que alguien avance se atraviesan de manera eficiente en la carrera política de muchos.

Cómo es posible que en ese momento tampoco le aconsejaron que sacara a la luz pública lo que ella califica con razón, como una tragedia familiar. Me perdonan, pero ahí se equivocaron en materia grave porque el costo para el presente y futuro de la vicepresidente puede ser muy alto. Pero el problema no termina en esa parte. Puede demostrar la tolerancia que aun en altos niveles del poder político es desigual ante problemas similares.

A muchos les ha surgido la pregunta si esta situación que todos ellos han salido a defender como injusta, como persecución política y muchos otros argumentos descalificadores, se habría manejado igual por parte de los expresidentes si se tratara de un funcionario de menor nivel. Ojalá no vayan a salir casos que demuestren una situación de esta naturaleza porque reforzaría la idea de que existen causas muy profundas que explican la desigualdad que existe en esta sociedad colombiana.

Sin duda, el consejo que habrían podido darle a la vicepresidenta, especialmente los expresidentes que la promovieron, habría podido ser mucho mejor. Esta sociedad tan golpeada por el narcotráfico que ha permeado todos los niveles, tiene que exigirle a sus líderes mucha más transparencia porque en el fondo se habla de ética pública, poco valorada en este país carcomido por la corrupción.

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