Un hombre besa a una mujer sin consentimiento. La mujer es una jugadora de la selección española de fútbol femenino que celebra junto a su equipo haber ganado su primer Mundial. El hombre ostenta un cargo importante: es el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). La escena que ambos protagonizan se convierte en una polémica global. Y, más rápido que lo que tarda una pluma en levantar el vuelo tras ser tocada por la brisa, aquel momento de histórico júbilo fue opacado por un beso no consensuado.

Es este un mundo en que las mujeres hemos clamado por siglos emanciparnos como género. Pero qué difícil resulta para nosotras, forjadoras de la vida de los machos, conseguir nuestro noble objetivo, que no es otro sino vivir en libertad, un derecho que nos confiere el simple hecho de ser humanas. La imagen de Luis Rubiales ─el artífice del beso injustificado─ sometiendo contra sí a Jenni Hermoso ─la campeona que no tuvo otra opción más que dejarse besar a la fuerza─ hizo que cesaran los aplausos para ellas, y que empezaran a llover tomates para él.

Desde el inicio de esta historia, el foco fue puesto en un acontecimiento violento, como suele pasar la mayoría de las veces en este planeta de surrealista e idealizada realidad. Violencia doméstica, violencia psicológica, violencia de género, violencia sexual… Sea cual sea el apellido que se le ponga, no deja de ser algo despreciable; es decir, algo que bajo ninguna circunstancia se debe aceptar.

Las imágenes del acto abusivo que se dio mientras los ojos de medio mundo se posaban sobre la gran final del Mundial de fútbol femenino salió de Australia a recorrer el globo terráqueo de la mano de la prensa internacional, que expuso la situación invitando, sin decirlo y con justa causa, a despertar conciencia sobre el respeto a la mujer. La mayoría de la gente ha exigido su renuncia, pero Rubiales se niega a hacerlo, afirmando que él está siendo “ejecutado socialmente” y que las críticas que ha recibido no son más que un producto del “falso feminismo”.

El hombre que dice no haber cometido ninguna agresión al darle “más un pico que un beso” a la futbolista que fue víctima de un claro fuera de lugar se rehúsa a dimitir de su cargo, argumentando que “fue un beso espontáneo, mutuo, eufórico y consentido”. En contraste, ella sostiene que “en ningún momento” consintió el beso. “Hay que diferenciar entre la verdad y la mentira”, dijo el mismo Rubiales… Y no es difícil darse cuenta de que aquí quien miente es él.