Dice en el Génesis 1,3 que, durante la creación, en el principio de los principios, lo segundo que hizo Dios fue separar la luz de las tinieblas. “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.” “Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche”.

Si bien simbólicamente la idea de tinieblas está ligada a lo oscuro o tenebroso, a la ignorancia, confusión, o penumbra espiritual, en otros aspectos la falta de luz fue para el hombre una obsesión edificante. Fue tal la fascinación por esa mágica irradiación proveniente del sol o el fuego que eran la fuente de la vida, que el hombre se aventuró a recrearla de manera permanente convirtiéndola en factor fundamental para el desarrollo de la humanidad. “No fueron mil intentos fallidos, fue un invento de mil pasos” dijo Thomas Alva Edison al producir finalmente una bombilla incandescente que duraba encendida muchas horas, y que sigue siendo, en la actualidad, un medio para librarnos de las tinieblas perturbadoras. Hoy en día la luz artificial es un recurso indispensable, y, como es de suponer, un negocio de proporciones gigantescas.

En octubre de 2019 se conoció que la empresa Interconexión Eléctrica S.A. E.S.P. -ISA-, grupo empresarial muy reconocido, dio un paso definitivo para ingresar en la operación vial de nuestro país adquiriendo -bajo el nombre de Concesión Costera Barranquilla Cartagena S.A.S- el total de las acciones que por más de 24 años estuvieron en manos del Consorcio Vía al Mar. Hasta ahí, como diría el Pibe Valderrama, “todo bien, todo bien”. Con bombos y con platillos cerraron el trato “sujeto a las autorizaciones de la ANI, las compañías aseguradoras, y los financiadores de la Concesión.” Se hicieron la venia y se dieron la mano, pero, como siempre, comenzó el calvario de los usuarios de tan importante corredor vial. Pocos días después el valor del peaje aumentó de 11.300 a 13.900 pesos, y, como si fuera poco, y según se afirma por falta de claridad en los compromisos con el servicio de alumbrado, se apagaron las luminarias del tramo que comunica a Puerto Colombia con Barranquilla. Las protestas no se hicieron esperar, y durante el breve interludio navideño el aumento tarifario fue postergado; sin embargo, apenas dimos un paso en el 2020, nos clavaron -literalmente- una tarifa obligatoria de 14 mil pesos. Entre tanto, los tramos de la Vía al Mar siguen estando tan oscuros como las lóbregas tinieblas que juntó Dios en el principio de los principios, un verdadero peligro, una amenaza descomunal para quienes deben ingresar a la presuntuosa Barranquilla que se jacta de ser un polo de desarrollo.

Como es usual, los involucrados en el asunto comenzaron a tirarse la pelota, y entre la ANI, el Ministerio de Transporte, la Concesión Costera y las autoridades locales, no han podido atravesar semejante berenjenal. ¿Será que cada uno de ellos asumirá su cuota de responsabilidad cada vez que se presente un lamentable accidente?

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