Estuvo por estos días en Barranquilla Sixto Paz Wells, el reconocido investigador de la vida extraterrestre que por años se ha dedicado a testificar y a tratar de documentar experiencias de contacto con fenómenos Ovni. Pocos meses después de que la revista National Geographic proclamara en su portada ¡No estamos solos! causando gran controversia, el arqueólogo e historiador vino a dar una conferencia sobre uno de los temas que más han inquietado a la humanidad, como es que la vastedad del universo podría albergar tipos de vida diferentes que establecen contacto con la tierra.

Debido a que el conocimiento para los seres humanos no es únicamente un encuentro casual y progresivo con ciertas verdades, sino una urgencia de encontrar explicaciones para darle sentido a lo que es, o a lo que existe, el reconocimiento oficial de los fenómenos que ocurren a nuestro alrededor es definitivo; de tal manera, a la hora de validar todo aquello que se mueve en el terreno conjetural, la explicación científica será siempre una alternativa primordial. El asunto es que después de oír a Sixto Paz en la charla “Al final de la conspiración del silencio” –charla en la que compartió detalles del material que tanto la Fuerza Aérea como la Marina norteamericana habían restringido, y que finalmente fue desclasificado– la imaginación pareciera desbocarse y uno comienza a suponer lo que pasaría si la ciencia confirmara abiertamente que esos organismos de formas heterogéneas, provenientes del espacio profundo, nos han estado observando. La verdad, si ese fuera el caso, me temo que serían ellos los primeros sorprendidos. Como ocurre que ubicarse a distancias prudentes facilita la comprensión, sospecho que sus cercanas incursiones bastarían para ver desde el espacio lo patéticos que somos los encumbrados terrícolas. ¿Acaso los alienígenas tendrían posibilidad de interpretar las enrevesadas reacciones de los hombres? ¿Acaso su magnitud intelectual, calificada para explorar el universo sideral, sería capaz de descifrar los lóbregos sentimientos humanos? Yo dudo de que pudieran asimilar las evidentes diferencias entre Fito Páez y Donald Trump, entre nuestros Tom y Jerry, y sus Gemelos Fantásticos. Y si optaran por poner sus grandes ojos ovalados en la Colombia que hoy se enfrenta enardecida, quizá se preguntarían con extrañeza por qué en lugar de estar enfrascados en esa vana confrontación no prestamos atención a los graves casos de corrupción que dejaron de nombrarse, a los procesos judiciales que fueron engavetados, o a los crímenes de Estado que quedaron en un limbo de impunidad. Así las cosas, aunque la ciencia confirmara que no estamos solos, y que compartimos la anchura del universo con entidades de otros mundos, la realidad es que su existencia no tendría mucha incidencia en el dramático escenario de esta Colombia ilegítima. Sin duda, en múltiples aspectos los ciudadanos de este país estamos hoy más solos que nunca.

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