No es pesimismo ni ganas de pintar panoramas funestos. Es la realidad, la cruda evidencia de que ya los colombianos no tenemos tranquilidad ni siquiera para descansar por las noches después de que vemos los noticieros, posterior a nuestra lectura de los diarios escritos o en pantalla o que escuchamos durante el día alguno de los noticieros radiales en voces calificadas de nuestros periodistas locales o nacionales.

Nada de eso se trata, es simplemente la increíble y diaria realidad de un país dominado por la violencia en sus múltiples manifestaciones. Por eso tenía tanta razón un amigo recientemente conversando con nosotros que nos decía “se pueden imaginar mis hijos que apenas salen de la niñez como se van formando, creciendo, progresando cuando la palabra muerte o asesinato la escuchan a diario varias veces como algo normal, cotidiano"?

Dura verdad. Cuando no son las desgracias naturales como inundaciones, deslizamientos, porque hay exceso de lluvias o ausencia de ellas, la letanía diaria a toda hora son las tragedias provocadas, los crímenes, las llamadas masacres, atracos, robos, homicidios con armas de fuego o cortopunzantes, violaciones, descuartizamientos, extorsiones, asaltos a cajeros automáticos o bancos, celulares coleccionados por docenas, relojes finos que parecen el imán del bandido, en fin, es una película diaria, absolutamente real que se va convirtiendo en costumbre de oídas hasta el extremo que ya se comenta que a algunos, poco le impresionan leerlas o escucharlas, qué horror !

La pregunta que suena a estupidez es: ¿No hay buenas noticias que entregarle a las audiencias? Se acabaron? Las mejorcitas son no con muertes sino con robos millonarios de la corrupción galopante en los sectores públicos y privados? La respuesta dolorosa es si, ya nos estamos acostumbrando y por eso hagan un breve análisis respetables lectores de esta columna: Por tres o cuatro días escojan el noticiero televisivo de sus simpatías o la emisora preferida o el periódico de sus amores y fíjense en cuantas muertes y tragedias relatan ese día, como primeras noticias, antes de dar a conocer algún acontecimiento grato o alguna noticia que encierre positivismo, progreso, alegría, entusiasmo.

Somos de la teoría de que el mundo, nuestro país, nuestra ciudad y nuestro Departamento tienen aún muchas cosas admirables que mostrar, que promocionar, que anunciar, que comentar. Si, pero donde están? ¿Por qué es difícil encontrarlas? ¿Por qué se esconden? ¿Quién las camufla o las guarda para resaltar la tragedia? Es obra humana en la transmisión de las noticias diarias o es ya una impronta histórica de nuestro modus vivendi? Porque si hacemos un raciocinio medianamente inteligente, si precisamos linderos y fronteras hay mucho de negativo, de perverso e intolerable, pero tenemos que seguir suponiendo que lo bueno, lo mejor, lo sano, lo positivo no ha desaparecido. El interrogante quizás absurdo es ¿quién le gana a quien?. Recientemente un eminente médico psiquiatra comentaba en una conferencia que las enfermedades mentales en los últimos años han multiplicado geométricamente el comportamiento humano, pero que ya la ciencia tenía plenamente identificado uno de sus máximos orígenes: la presencia de la violencia diaria enquistada en la vida de cada quien a la fuerza y …. Magnificada escandalosamente en forma permanente por los medios de comunicación.