Verdaderamente es algo bastante fastidioso. Algo más: es un suplicio en determinados momentos que la gente acuda en emergencias. Se les ha presentado al mundo como lo de la innovación tecnológica, como la maravilla de una conectividad en comunicaciones del más alto nivel, como la perfección ante la inminencia de la seguridad en la captación de los mensajes. Es altísimo el porcentaje que hoy día utiliza esta metodología ultramoderna que de este modo ahorran costo reduciendo su personal, esclavizan a los usuarios sometiéndolos a una máquina que, por supuesto, está amarrada a los programas prefabricados que por ende no tiene más que un solo canal habilitado. De modo que, si el usuario no utiliza en segundos las opciones presentadas por la máquina, “su comunicación no es válida“

De esta forma oficinas gubernamentales nacionales y locales, entidades oficiales de diversas índole, de servicios públicos, de suministro de comestibles, de comunicaciones privadas, de turismo como aerolíneas y muchos hoteles, agencia de viajes, mayoristas, restaurantes, almacén de cadena, en fin, una gama variada inmensa de oferentes en ventas y servicios, resolvieron tecnificar y automatizar sus operaciones con el sabido sufrimiento del usuario al comprador afligido que en resumen quedó deshumanizado hablando con una máquina obviamente insensible.

Así las cosas no hay modo de intercomunicaciones, de réplica, crear una necesidad o una petición, de dar detalles, de sentir la voz al otro lado del auricular para saber si hay comprensión, entendimiento o cabalidad, o forma de suplir una falencia, o la búsqueda una alternativa, una esperanza una mayor claridad tanto en lo que se solicita como lo que se ofrece. Es en resumen la esclavitud absoluta a la expresión y libertad de comunicación. Una pregunta quizás fuera de tono pero con mucha lógica: ¿No es esto, la comunicación con la máquina, una flagrante violación de los derechos humanos, más concretamente de un derecho fundamental?

Marcar un número telefónico y que aparezca una grabación indicando lo que marca la opción uno si le interesa la información, marque opción dos si quiere hablar con la contabilidad, tres si desea expresar un reclamo o cuatro si quiere averiguar si en el sitio donde contestan ahí sanitarios disponible para el público, ¿acaso todavía no es una humillación? Lo consideramos por lo pronto terriblemente molesto lo que puede ser la causa demoras de muchos minutos y en ocasiones de horas, cuando al final se queda el comunicador en cero ante la suspensión intempestiva del comunicante. Para no escribir de frecuentes momentos en el cual se fue la luz que el Electricaribe ya introdujo como antipática costumbre.

Además del fastidio y la molestia que estos sistemas modernos imponen se encuentra la desorganización del género humano que vemos a grandes zancadas avanzar en todos los aspectos de la vida. Ya en esta misma columna hemos señalado el peligro en la humanidad de despersonalizar a familias, conglomerados, sectores de la academia o empresas o asociaciones, cuando en reuniones grandes o pequeñas los expositores desarrollan sus ponencias y más de la mitad de los oyentes en sus puestos están extasiados chateando con un celular. Todo esto es normal porque es este siglo. ¿Hacia dónde vamos?