Leo en las noticias: “París insiste en su lucha contra el cambio climático y en defensa de una ciudad hecha para personas más que para máquinas. El último experimento es el parklet, un proyecto que impulsa la instalación de mesas, sillas, bancos y chaises longues en plazas de parking de las calzadas, cambiando así su funcionalidad”.

Se trata de un experimento con vocación pedagógica. Y pienso en Valledupar y su fama de ciudad verde, aunque ciertamente comienza a mostrar grietas grises hechas por quienes se empeñan en pavimentar y marmolizar los parques.

Cuando yo viví en Valledupar, hasta que cumplí quince años, siempre oí referirse a ella como “la ciudad piloto de Colombia”. La buena imagen le venía de seguir al detalle la planificación de la que fue objeto hace muchas décadas, la cual supieron respetar los primeros alcaldes elegidos popularmente. A partir del tercero o cuarto de ellos, la ciudad se ha venido construyendo como un amasijo sin forma ni autoridad.

Hoy tenemos lo que hay: una ciudad con una población que, en tan sólo cuarenta años, pasó de sesenta mil a cuatrocientos sesenta mil, pero con todos los problemas de una gran urbe: inseguridad, desigualdad, falta de cubrimiento o falla en los servicios públicos, indigencia en las calles (lo cual era impensable hace pocos años), drogadicción. Para colmo, es la tercera ciudad con la mayor tasa de desempleo.

Valledupar se salió de madre hace muchos años, ¿acaso por la incompetencia de sus alcaldes, más interesados en solucionar sus intereses personales que aquellos para los que fueron elegidos?

Esta semana he seguido vía la web de El Pilón los debates con algunos de los aspirantes a alcaldía y gobernación y noto con tristeza que no hay audacia en ninguno de ellos. Ninguno apunta a nada nuevo, a propuestas novedosas y diferentes a las respuestas que quieren ser escuchadas. Los llaman líderes cuando sólo siguen a pie juntillas el libreto de las encuestas: el pueblo va delante y ellos detrás. Líder Churchill, que fue capaz de decirle a Inglaterra que irían a la guerra y que pondrían lágrimas, sudor y sangre.

Pongamos por caso el tráfico, cada vez es peor en la ciudad. No es soltando la cuerda como se solucionará, sino arrinconando a los conductores y desestimulando el transporte privado. Como hace hoy París con el parklet. Entre menos espacio tengan los carros, más se verán obligados a dejar el volante. Esto implica una magnífica red de transporte público, hoy prácticamente inexistente. Por eso las motos se tomaron la ciudad.

La ciudad tiene el tamaño justo para solventar un experimento ecológicamente sostenible. ¿Por qué no adelantar los estudios necesarios? Que no nos pase como a Bogotá, donde desde 1939 los políticos vienen vendiendo la idea de un metro que cada día es más costoso.

En las crisis se construye el futuro. Y ahí está el ejemplo del eje cafetero donde, con el terremoto, se inventaron el ecoturismo que hoy es ejemplo de éxito nacional. Superemos lo parroquial y pensemos en utopías, la única manera de llegar a grandes.

@sanchezbaute