Debuté como jurado de votación un domingo de 2010 que coincidió con el mundial de fútbol. Desde entonces he repetido funciones una decena de veces por lo menos. Compartir con 5 extraños durante por lo menos 10 horas (13 fueron esta vez) de recibir y entregar cédulas, diligenciar formularios y certificados de votación, vigilar urnas y responder a inquietudes de funcionarios y testigos, todo bajo lluvia o sol, con hambre a veces y el baño lejos; tiene toda la pinta de tortura medieval si no se asume con buena actitud. Ergo, mejor hacerlo entre conforme y contento. Así entonces fui jurado otra vez el 13 de marzo pasado.

De entrada, preocupaba en estas elecciones el que los votantes tuvieran que firmar con huella incluida. A la ralentización del proceso se sumaba el riesgo de una eventual confusión al momento de presionar el índice entintado sobre el papel, pero en la práctica no se presentó mayor problema. Igual no se si en la práctica se cotejará huellas con firmas y cédulas, pero el trabajo se hizo.

La jornada arrancó con un movido flujo de votantes para el promedio del punto. La gran mayoría de las personas se acercaban con timidez y sin mayor conocimiento a la mesa. Algunos no sabían la diferencia entre Senado y Cámara, casi nadie preguntó o pidió tarjetón de consultas, y alguno directamente dijo que iba a votar por determinado candidato. Luego de un poco más de una hora el flujo disminuyó y se empezaron a mezclar los citados unos con otros que llegaban con clara determinación a ejercer su derecho. Preponderaron los jóvenes casi treintañeros, identificables por el número de sus documentos. A las 4:00, y con aproximadamente el 50% de los votos posibles depositados, empezamos a contar.

Y empezó el jaleo. Nivelada la mesa, el conteo uno a uno de los votos de Senado y Cámara se topaba con marcas minúsculas y difíciles de ver en la medida en que oscurecía. Tocaba revisar dos y hasta tres veces en los tarjetones no marcados para asegurarse que así fuera. Y ni qué decir de la cantidad pasmosa de votos nulos por marcaciones incorrectas o duplicadas. El “no saber votar” aplica tanto en fondo como en forma. Lo primero es subjetivo pero lo segundo no; y eso termina siendo lamentable en el entendido que muchas personas fallaron al querer expresar su válida preferencia.

En el entretanto, y motivados por las prevenciones suscitadas por los formularios adulterados y enmendados con números repintados sobre guiones o espacios vacíos que se conocieron de comicios anteriores, los asteriscos hacían fiesta en tanto espacio en blanco que dejaron partidos y candidatos de todas las circunscripciones. Sin pretenderlo en todas las mesas estuvimos de acuerdo en que se la íbamos a poner difícil al que quisiera cambiarnos lo anotado.

Nadie es infalible, y seguro muchos jurados cometimos errores en medio del cansancio y las ganas de ir a casa. Somos otro eslabón que revisar en la cadena, pero lo cierto es que el sistema completo requiere repensarse.

asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh