Es de madrugada, una lluvia pertinaz cae con el único propósito de intensificar aún más el frío. Estoy abrigado, esperando el carro que me llevará al canal. Acabo de hacer mi oración personal, agradeciendo por todas las bendiciones y pidiendo por las personas con las que me encontraré en este espacio de televisión, como lo he hecho durante los últimos 18 años. Reviso las notas garabateadas en mi libreta, las ideas de los textos bíblicos que corresponden a este día, y escarbo en mi corazón para reencontrar los motivos que me llevan, en esta madrugada fría, a exponerme ante esa cámara y compartir unas ideas.

El primer motivo que surge con claridad es el que nace de mi relación con Dios. Entiendo esta tarea como un compromiso fruto de esa relación, en la que siempre me siento favorecido; no se trata de un discurso cualquiera, sino de provocar esas emociones espirituales que la experiencia de Dios genera. Pienso también en todas las personas que me escriben a diario, agradeciendo esas palabras breves, sencillas y desnudas, como las que nacen del corazón; por ellos, vale la pena volver a hacerlo. Además, como con el oracional "El Man está vivo" que escribo diariamente y que tantos usan como herramienta espiritual, Dios hace que cada reflexión, pensada y escrita desde mis propias circunstancias, encaje en la vida de cada uno de los que la recibe.

Pero tal vez, lo que hoy me mueve más es la certeza de que el único sentido del liderazgo es servir a los demás. No tiene valor desarrollar muchas habilidades, generar buena conexión con los demás, o anticiparse a las situaciones, si lo único que importa es nuestro propio interés. La razón de cualquier ejercicio de guiar e influir a otros es que ellos estén bien, que puedan crecer y transformarse en personas más felices y productivas. Resuenan en mí unas preguntas de John Maxwell a los líderes con los que conversa: ¿Cómo está tu gente? ¿Está mejor o peor como resultado de tu liderazgo? En otras palabras: ser su líder, ¿hace que las personas se levanten o se hundan? Pienso en algunos “líderes” que conozco y sonrío, porque los únicos que han salido beneficiados de su liderazgo son ellos mismos, mientras que todos los demás están peor.

El carro que me llevará al canal pita, y salgo de mi ensimismamiento. Estaba revisando esos motivos que, a pesar de querer quedarme en la cama, arrunchado con Alcy, me hacen levantarme para compartir esa sencilla reflexión diaria. Sonrío, y pienso que ese ejercicio debemos hacerlo todos los días: evidenciar cuáles son los motivos que nos llevan a hacer lo que hacemos a diario. Te pregunto: ¿Qué te impulsa?