Siempre recuerdo la cara de mi padre cuando le decía que aprender a escuchar es fundamental para relacionarnos exitosamente, y sin una buena comunicación las relaciones serán nudos y fuentes de conflictos. Me miraba con su cara de: ¿Ajá y pa’ eso hiciste una maestría en comunicación?”; Y sí, enfocarnos en la persona que nos habla y estar abiertos a su mensaje son básicos en ese ejercicio. La escucha debe garantizarnos que entendimos fielmente lo que la otra persona nos quiere comunicar; por eso es necesario asegurarnos a través de adecuadas preguntas que hemos comprendido verdaderamente.

Pero ojo, precisamos asumir que escuchar y comprender no es igual a estar de acuerdo. A veces oímos y entendemos para decir que no compartimos un punto de vista.

Me emociona leer Bartimeo (Marcos 10, 46-52) porque nos evidencia cuál es la actitud correcta ante los que nos hablan. En el relato evangélico algunos paisanos le hablaban para alejarlo de Jesús. Pero Bartimeo si bien los escucha, no les hace caso. Oye lo que tienen para decir y lo entiende para rechazar ese mensaje. Esa es la actitud; se discierne y se valora su bondad, verdad y utilidad, para tomar nuestra propia decisión sin miedos y con la asertividad requerida. Bartimeo debe ser un referente para nuestro ejercicio comunicativo.

Extrañamente unos de los que van acompañando al maestro se especializan en rechazar y discriminar a los que se aproximan a buscar salud integral en la persona de Jesús. Similar a este momento en el que hay tantos comunicadores que quieren decirnos cómo debemos vivir y actuar; Ahí escuchamos todo, sin embargo, somos capaces de tomar distancia y desechar mucho de aquello que recibimos. Me encanta el relato de Bartimeo porque nos muestra que aun en el contexto religioso podemos ser críticos y no admitir todo lo que nos dicen los que están alrededor del Señor Jesús. Algunas veces creer lo que escuchamos puede llevarnos a situaciones emocionales y mentales insanas. Si Bartimeo acepta lo que ellos le proponen de alejarse de Jesús se puede enfermar. Él tiene la capacidad crítica suficiente para entender que no tiene por qué aceptar sus propuestas.

Es claro que todos, cuando hablamos, tenemos la intención de que el otro nos escuche, nos entienda y acepte como verdad lo que comunicamos, pero debemos reconocer que no somos infalibles ni dueños de la verdad y que nos pueden rechazar, sin que eso implique un rompimiento de la relación o declararnos enemigos. Discutir siempre es posible.

Debemos vivir en un constante desarrollo de las habilidades que nos permiten discernir lo que escuchamos, y la historia de Bartimeo nos acerca varias lecciones, que pueden ser obvias, pero por obvias las olvidamos fácilmente:

Escuchar activamente y tener la certeza de comprender lo que se nos comunica.

Ejercitar el pensamiento crítico, para discernir y criticar lo escuchado, buscando ser libres de rechazarlo o aceptarlo según sea lo indicado.

Tener claro el propio proyecto de vida y sus intereses, así alineamos lo que recibimos con nuestro objetivo ulterior.

Aún en el espacio religioso tenemos que ser críticos al escuchar distintos mensajes. No somos ovejas inconscientes guiadas ciegamente. Sabemos decir no y tomar distancia. Liberarnos para no generar dependencias y apegos con nadie.

Tener capacidad de riesgo, aventurarnos a interiorizar nuevos puntos de vista, adentrarnos en el espacio de lo desconocido para ampliar nuestro conocimiento.

Todos los días debes mejorar tu capacidad de escucha y a la vez tu capacidad de tomar distancia de lo que te daña.