Me gusta caminar por senderos ecológicos, visitar las maravillas naturales que están tan lejos de la dinámica ansiosa de nuestras ciudades. Es una oportunidad para ejercitarme y sentirme parte de la naturaleza. Disfruto sus sonidos, sus colores, sus superficies y las experiencias que me generan. Estoy convencido de que necesitamos pasar de esa visión antropocéntrica -que nos hace creer que todo lo creado está simplemente a nuestro servicio- a una visión geocéntrica, en la que podamos comprender que somos parte de la creación, y que si queremos ser felices, tendremos que cuidarla y permitirle desarrollarse. Estar inmersos en esos ambientes genera experiencias espirituales, nos permite descansar y nos hace más conscientes de la necesidad de hacer cambios en nuestras prácticas individuales y sociales para cuidarlos. naturaleza
Es una experiencia espiritual porque nos permite contemplar unas características de la vida que nos presentan lo sublime y nos deja captarlo de manera sencilla. La belleza y la diversidad de las manifestaciones naturales de estos contextos, son una oportunidad para hacer comunión con nosotros mismos y poder entender algunas dinámicas de nuestra cotidianidad. Pero a la vez, se puede respirar mejor y sabemos todo lo que nos ayuda la buena respiración en el desarrollo de nuestra vida. Me gusta entender la contemplación como ese dejar que la realidad entre a mi ser en un movimiento distinto al que normalmente hago, que es tratar de poseer, entender y explicar la realidad. Estoy convencido de que ese ejercicio permite captar lo que somos de una manera bien diferente a la cotidiana.
En estos ambientes trato de estar distante de la tecnología; aunque llevo el celular –porque uno nunca sabe alguna emergencia-, trato de no usarlo, ni siquiera para tomar fotografías, porque creo que mis ojos guardan mejor las imágenes que la cámara. Trato que sea una oportunidad de distanciarme de las rutinas del diario vivir, por lo cual termino descansando. En una sociedad que idolatra la producción, hay que entender que en estos espacios se encuentra una manera de satisfacer la necesidad del ocio, tan importante para el verdadero bienestar de los seres humanos.
Cuando conocemos de cerca nuestra naturaleza, y no por televisión, entendemos lo necesario e importante que es cuidarla. No podemos seguir destruyendo el medio ambiente en aras de un desarrollo desequilibrado. Tenemos que encontrar paradigmas incluyentes, en los que podamos conciliar la necesidad de algunos procesos de desarrollo con el no dañar nuestro planeta. Descansar es no hacer nada, es mirar sin querer encontrar algo, escuchar sin la necesidad de evaluar y juzgar la calidad de lo oído, hacer silencio y hablar con la naturaleza desde el corazón, caminar por el placer de hacerlo, sin la presión de la agenda. Nos hace falta descansar.
Creo que en el proceso de formación de los niños y los jóvenes, se debe tener en cuenta esta conexión con la naturaleza. Necesitamos entender que la humanidad para no extinguirse tiene que ser parte de todo este sistema en el que vive. Somos parte de la tierra. Este año he tenido la posibilidad de juntarme con amigos para hacer caminatas por Gunmaku -pueblo Arhuaco en Aracataca-, las playas del Cabo de la Vela, viajes por la Ciénaga Grande de Santa Marta y por la Periquera en Villa de Leyva; en todas he podido cumplir esas tres experiencias de crecimiento. Amar la naturaleza es amar a Dios y la única manera de no extinguirnos.