La expresión “Un padre objetivo” es uno de los mitos del fútbol aficionado. De hecho, ser padre exige ser subjetivo. Siempre mirarás más a tu hijo, lo protegerás, lo compararás con otros. Tu hijo es la medida. No tiene nada de malo que apoyes al muchacho y que quieras lo mejor para él. Pero decir que eres un padre objetivo es una exageración.

Lo que pasa es que la Objetividad goza de mejor prestigio que la Subjetividad y suena más distinguido. Pero cuando están involucrados el corazón y los sentimientos es imposible ser objetivos. Y es hasta necesario que así sea: Qué tal que un médico “objetivo” al hacerle el examen a un enfermo terminal piense en decirle “Mire usted no pasa de esta noche”, pero no, en cambio va y le dice “Tenemos que insistir con el medicamento y usted cálmese, no se estrese, que todavía está enterito”. Puro sentido común y así debe ser.

Ningún padre le dice a su hijo, después de un partido, “Mijo, fuiste un desastre, mejor dedícate a estudiar”, más bien acostumbra a echarle la culpa a la falta de oportunidad, que lo metieron muy tarde, que los compañeros no le dan el balón o que el entrenador lo tiene en la mala. Otros hablan de manera sospechosa de que impera cierto tráfico de dinero, el amiguismo y la recomendación. Lastimosamente, en el futbol, pasa como en la política, mucha gente cree que eso es una cueva de Rolando, lleno de corruptos y bandidos y que todos tienen una intención malsana. Yo le he dicho a algunos padres que me tocan ese tema, que si les parece tan dañino ese ambiente por qué insisten en dejar a sus hijos jugando fútbol, que los manden a la universidad mejor o los metan a un seminario; después me pongo a pensar que no se sabe qué sería peor, al recordar ciertas historias que uno escucha de los tirapiedras en las universidades y de los curas.

No descarto que ese tráfico de influencias pueda ocurrir en algunos casos, pero suele ser una “suposición” tan difícil de demostrar que se queda en mera especulación. Lo cierto es que en el fútbol aficionado son muchos los aspirantes y muy pocas las plazas por llenar. Está comprobado que el porcentaje de los que llegan al fútbol profesional es muy pequeño. Así que el descarte es parte de la apuesta.

El licenciado Hernando Arias, un científico del fútbol, el año pasado realizó un estudio y encontró que en Colombia de 1.364 jugadores federados (es decir, inscritos oficialmente en el Comet) solo uno (1) alcanza la primera división y dice que el porcentaje de éxito es del 0,07%, o sea que prácticamente los entrenadores trabajamos con una “Pedagogía del Fracaso” si se mide solo por los muchachos que llegan al fútbol profesional. Así que conviene orientar a los chicos también hacia otras áreas, que exploren otros talentos porque la gran mayoría terminará en la tribuna gritándoles a los árbitros y a los jugadores en la cancha por su falta de pericia.

A propósito, el mismo profe Arias nos hace la siguiente reflexión: “Es casi una obligación tener que organizarles el proyecto de vida a los jóvenes de ahora. La pregunta que me hago es ¿Qué motor nos movió a nosotros en el pasado, qué nos motivó? Mi papá – continúa diciendo el profe- era un campesino y me daba ejemplo con su comportamiento, pero lo único que me decía era ‘estudie mijo, estudie mijo’, pero no me explicaba que estudiara para qué, pero uno le captó el mensaje y sigue moviéndose en la actualidad contra viento y marea. El joven de ahora tiene que aprender a movilizarse desde adentro, desde sus pasiones más íntimas y las familias y sus seres queridos deberían ser su motor más preciado, pero, tristemente, en la realidad, muchas familias andan pensando en otras cosas”

Otros padres creen que tienen la joya de la corona y que su hijo es el próximo Messi. Y piensan que todo el que se le acerca lo quiere “tumbar”. Entonces se convierten en el entrenador del pibe, su representante, preparador y psicólogo. Se vuelven unas leyendas estos señores, todo el mundo los conocen en el futbol aficionado, no se pierden la movida de un catre. Llevan al pelao de un equipo a otro pero que conste que él es su manejador y nadie se puede meter. Porque ninguno va a enriquecerse a costillas de su hijo. Olvidan, estos señores, que el estatuto del jugador en Colombia solo reconoce derechos a los clubes aficionado oficialmente constituidos y registrados en las ligas departamentales. Los demás son considerados “Terceros”, inclusive los padres. Así que son muchas las discusiones y disgustos entre las escuelas y ese tipo de padres que cada año mueven al joven a otra escuela tratando de encontrar quien le acepte su enconado celo. Y ¡ay! si aparece un empresario o un club profesional que se interese en la figura. Con frecuencia quieren pedir el oro y el moro, como si ya estuvieran vendiendo a un jugador consagrado, cuando apenas es un proyecto que, nadie sabe, en ese momento, si algún día terminará consolidándose.

Con sinceridad creo que el talentoso siempre va a tener su cuarto de hora para demostrar su calidad. Pero tiene que estar preparado. A menudo se desmotiva y descuida su rigor y cuando le aparece la oportunidad se lo coge fuera de base. Nadie va a desechar a un jugador extraordinario. Lo que pasa es que hay muchos que juegan bien, pero no les alcanza para sostenerse en un medio tan exigente.

Algunos hacen un recorrido turístico, no sólo en los equipos del país sino del exterior. No creo que haya que estar ofreciéndose, ni buscando contactos para que los vean. La mejor manera, a mi parecer, es marcar diferencia en los torneos importantes, que eso siempre se nota. Que te busquen, que te llamen. Siempre hay gente viendo. Porque los futbolistas son como las modelos: En las grandes pasarelas es donde se sabe quién es quién.