Dominados, como estamos, por la cultura del ego, es natural que un joven recién ascendido al equipo profesional quiera emular a sus ídolos ¿Y qué es lo que copia? No la capacidad de trabajo ni su profesionalismo, sino su apariencia. Corre a hacerse el corte de Neymar y se llena los brazos de tatuajes. Quiere mostrar enseguida todos esos signos artificiales de status para indicarle a todo el mundo que ya hace parte de esa élite.

Empieza a ganarse un sueldito y lo primero que hace es cambiar el cacharrito del celular que tiene por un IPhone de última generación. Y se mete en líos financieros adquiriendo a crédito un carro, y no un carrito de esos que los traquetos les regalan a las “grillas”, que son económicos y consumen poca gasolina, no, sino una “cuatro puertas” lustrosa e imponente. Su familia vive en el pueblo en una casita arrendada, comen mal, la mamá anda achacada, el viejo sin trabajo, pero él no puede ponerse a pensar en esas nimiedades, lo importante es que no lo hagan sentirse humillado, que los demás compañeros no vayan a creer que es un muerto de hambre y que no tiene para darse esos lujos, ropa de marca en almacenes luminosos y exquisitos, las infaltables fotos en Instagram, el corte de pelo en una peluquería de caché, vainas de riquitos, cuando hasta hace poco compraba ropa deportiva en el centro, en el quiosco de un amigo, y su único lujo era comerse un buen bistec en una fonda del mercado.

Se volvió una leyenda aquella historia de Cristiano Ronaldo, contada por un compañero, que no jugó en un partido y regresó a entrenarse dos horas en su casa hasta altas horas de la noche. Nuestros chicos no tienen esa vocación, de hecho, no tienen ni una báscula para pesarse y no invierten en asesoría profesional que les indique qué alimentación es la adecuada y qué rutinas de ejercicios son las ideales para mejorar. Si no tienen presupuesto para hacerlo individualmente, podrían organizarse por grupos de compañeros y pagar entre varios esas indicaciones. Siempre hay que invertir para ser mejores profesionales.

Otros jóvenes creen que andando todo el tiempo con algunos veteranos y figuras del equipo eso les va a servir. Normalmente terminan aprendiendo son los vicios y las mañas de estos jugadores de recorrido. Ya ellos están en otra dinámica, sus intereses son otros, vienen de regreso, no están ya para sacrificios y más bien dedican su tiempo a atender fanáticas que se acercan ansiosas por compartir con una estrella y participan de fiestas íntimas matizadas con unos “clin clin”. Curioso que sean precisamente estas figuras las que atraen a los jóvenes, no olvidemos que todo jugador, en el fondo, tiene un dieciséis de loco y de bandido. Es bueno que los chicos que empiezan sepan elegir quienes son sus guías y sus ejemplos a seguir.

Nosotros les decimos a los jóvenes que debutan que tengan cuidado con el mensaje equivocado que envían, sin proponérselo. Exhibir lujos, mostrar esas pintas, el carrazo, la imponente rubia, puede tener un doble efecto. Hoy te sientes el non plus ultra, el mandacallar, el machoman, pero el día que no los tengas te sentirás menos. El ser humano debe sentirse valioso por lo que es y por lo que hace por los demás, no por lo que tiene. Claro que es muy bueno mostrarle al público tus logros: Ganar un partido importante, un título, una entrevista en un medio reconocido. Qué lindo compartir esas satisfacciones y las redes son propicias para eso. Ésta es otra era y nadie está diciendo que hay que esconderse, es una realidad que si tu trabajo es con el público y facturas con el manejo de tu imagen, obvio que es algo inevitable y hasta necesario. Pero hay que sacar a la luz pública las cosas que HAGAS, no las cosas que TENGAS.

Si has logrado hacerte notar y te han tenido en cuenta para el equipo profesional, debe ser por tu rendimiento, porque has sido auténtico, te has entregado, has dado lo mejor de ti, pero aun así resultas una incógnita. Y tienen toda la razón, los técnicos de la élite, si cargan con esa sospecha, porque ellos saben que algunos chicos no resisten esos momentos de responsabilidad y de halagos. Conviértete entonces, con tu comportamiento y puntualidad, en alguien reconocido por su seriedad y profesionalismo.

No pierdas tiempo en apariencias, que el mejor negocio es ser auténtico. Si sabes que tienes mucho para dar, entonces no te distraigas compitiendo con ese montón de futbolistas que ahora se creen de otro estrato.