Imagina un país donde la curiosidad se convierte en crecimiento, donde la creatividad no es solo una idea, sino un motor económico. El Premio Nobel de Economía 2025, otorgado a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt, nos recuerda exactamente eso: la innovación es la fuerza vital que puede transformar sociedades. Sus investigaciones demuestran cómo la ciencia y la creatividad, bien gestionadas, generan progreso sostenible y real.

Joel Mokyr ha mostrado que el crecimiento económico moderno comenzó cuando las sociedades decidieron cuestionar la autoridad y abrazar la experimentación. La Revolución Científica y la Ilustración no solo generaron conocimiento: cambiaron la mentalidad colectiva, haciendo de la innovación un proceso acumulativo y autosostenible. Por su parte, Aghion y Howitt formalizaron estos procesos en un modelo económico: las empresas innovan para obtener ventajas temporales, conscientes de que nuevas innovaciones reemplazarán eventualmente las suyas. Este ciclo de “destrucción creativa” es el corazón del capitalismo moderno y la base del crecimiento sostenido.

Pero la teoría por sí sola no garantiza resultados. A nivel mundial, la innovación enfrenta desafíos: desigualdad en el acceso al conocimiento, concentración de poder económico y barreras políticas que limitan la competencia. Colombia enfrenta estas dificultades de manera concreta: la inversión en ciencia, tecnología e innovación sigue siendo insuficiente, y las políticas públicas no siempre incentivan la adopción tecnológica ni la competencia.

La región Caribe, con su fuerte dependencia de sectores tradicionales, encuentra retos aún mayores. Sin infraestructura tecnológica robusta y con brechas educativas significativas, transformar la innovación en motor de desarrollo requiere estrategias claras. Invertir en educación técnica y superior, crear parques tecnológicos y fomentar alianzas entre universidades, empresas y gobiernos locales puede convertir estas barreras en oportunidades tangibles.

La pregunta es si estamos listos para dar ese salto. Para que Colombia y la región Caribe aprovechen las lecciones del Nobel 2025, necesitamos más que ideas: se requiere invertir en conocimiento, construir ecosistemas colaborativos y reconocer que la innovación es tanto cultural como económica.

Este premio no solo celebra la teoría; nos desafía a aplicarla con decisión y urgencia. En un país donde la desigualdad y las disparidades regionales persisten, invertir en innovación puede transformar limitaciones históricas en crecimiento real y sostenido. La región Caribe, con su historia y potencial, tiene la oportunidad de encender ese motor.

*Directora Ejecutiva de Fundesarrollo

@OrianaAlvarez