Barranquilla da un paso firme hacia la escena internacional como sede de la OCDE este julio. Un reconocimiento a su liderazgo Caribe, su crecimiento social y su potencial transformador. No solo recibimos al mundo: lo inspiramos. Este hecho, más allá de su valor institucional, marca un hito para Colombia, para la región Caribe y, sobre todo, para los barranquilleros y quienes hemos hecho de esta ciudad nuestro hogar.

Barranquilla ha sido históricamente una ciudad de puertas abiertas. Una ciudad de tránsito, de llegada, de encuentro. Aquí confluyen raíces africanas, europeas, indígenas, del interior y del exterior. Esa diversidad, lejos de diluir su identidad, la ha fortalecido. El liderazgo que se ha gestado en esta ciudad es uno que no se impone desde arriba, sino que se mueve con el ritmo del Caribe: cálido, resiliente, práctico, creativo y profundamente humano.

Ser sede de un encuentro de la OCDE es, sin duda, un reconocimiento a ese liderazgo. Es una manera de hacer las cosas que conjuga estrategia con espontaneidad, visión con cercanía, decisión con empatía. Es una validación desde una mirada europea, sí, pero también una oportunidad para que el mundo vea cómo se construye desarrollo desde el trópico con sentido de comunidad.

Este evento pone a Barranquilla en el radar internacional de las ciudades que ya no solo participan en las grandes conversaciones, sino que también las albergan y las inspiran. Desde lo local, damos pasos globales. Y eso, como sociedad, nos exige algo importante: aumentar nuestro estándar. No solo en infraestructura o logística, sino en actitud, en civismo, en identidad. Porque el visitante internacional no solo verá calles limpias y salones ordenados. Verá cómo nos tratamos, cómo nos expresamos, cómo vivimos.

Ese aumento de estándar no es otra cosa que crecer en orgullo, pero también en compromiso. Es entender que no solo los dirigentes, sino cada uno de nosotros, somos embajadores de nuestra ciudad. En el restaurante, en el taxi, en el hotel, en el parque, en las universidades. Todos somos parte del rostro que mostramos al mundo.

Como psicóloga y observadora del comportamiento humano, puedo decir con certeza que las ciudades también tienen autoestima. Y ese tipo de eventos internacionales fortalecen nuestra percepción de valor propio. Refuerzan la creencia de que somos capaces, de que podemos dialogar con el mundo de tú a tú, con argumentos. De que no todo lo bueno está afuera y que, desde aquí, desde la Puerta de Oro, también se construyen ideas, se diseñan políticas, se modelan soluciones.

El liderazgo barranquillero hoy tiene una vitrina, y también una responsabilidad. Como ciudad, sabemos responder con entusiasmo, calor humano y visión compartida. Barranquilla tiene norte, voz y carácter.

Que este encuentro internacional no sea solo una visita ilustre, sino que opere como una semilla sembrada en el alma de una ciudad que nunca ha tenido miedo de crecer.

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