Que cinismo el de Charles Dupont, el empresario belga detrás de Frisby España. Con calma y hasta entre risas, contaba en una entrevista con Blu radio que nunca ha probado un pollo Frisby, no conoce a nadie allá, pero que igual decidió copiarse el nombre, el logo, la receta y toda la promesa de marca. Dice que la ley se lo permite. Y ahí está el punto: ninguna ley debería servir para justificar lo que está mal hecho. Porque este caso deja claro que, a veces, la ley se queda corta frente al cinismo más descarado.

Lo suyo no es la gastronomía, él mismo lo dice: no sabe nada de pollo. Solo encontró un registro flojo y un “mercado” en el que colarse con una marca que no le pertenece. Ni siquiera cuadra su cuento de venir a llenar un vacío cultural de cocina suramericana: el pollo frito no es precisamente un plato típico nuestro. Lo que encontró fue una marca que le servía y decidió estirarla hasta donde la ley se lo permitiera, sin aportar nada nuevo ni auténtico.

Mientras se vende como un visionario, su verdadera intención es bastante simple: hacerse publicidad, buena o mala, y atraer inversionistas usando un negocio que ya está montado y que tiene historia. Su entrevista, en el fondo, es un mensaje para Frisby Colombia: sigue dispuesto a “trabajar con ellos”, siempre y cuando le paguen por no quedarse con lo que no es suyo. Así de sencillo. Y es que Dupont no se esconde: él mismo se define como un villano contemporáneo. Y como buen villano, cree que su falta de escrúpulos lo hace interesante.

Este tipo de cinismo no es solo cosa de un tipo vivo: es como un virus que va dañando la confianza de todos. Porque cuando se vuelve normal pensar que todo vale si un abogado te cubre las espaldas, terminamos premiando al más astuto y no al que trabaja de verdad. Las leyes no son perfectas y no tendrían por qué ser refugio para quienes confunden la viveza con la virtud o el emprendimiento.

¿Puede defenderse Frisby Colombia? Claro que sí. Puede intentar demostrar que la marca fue registrada de mala fe, probando que Dupont ya conocía la marca y solo quería aprovecharse de su prestigio, algo que él mismo ha admitido. En Europa hay antecedentes de marcas tumbadas por apropiación oportunista. La ley puede tener huecos, pero también tiene herramientas para cerrarlos si hay pruebas sólidas. Ojalá esto llegue a un juez que entienda que la ley no está para ser usada como muletilla para tapar lo que claramente es un descaro.

Al final, esto no es solo un pleito por un logo, sino por lo que representa. Lo que está en juego es la diferencia entre proteger lo que uno crea o premiar a quien se tumba lo ajeno, solo porque puede. Podrán decir que todo es legal, pero lo suyo sigue oliendo a robo. No todo vale; y aunque registre papeles y monte locales, su pollo siempre sabrá a plagio.

@miguelvergarac