In memoriam Carlos Bell Lemus
Hace tres años, el 13 de abril de 2022, falleció en Barranquilla mi hermano de sangre y compañero del alma, Carlos Arturo Bell Lemus. Tenía tantas ganas de vivir y tantos sueños por cumplir, que a los sesenta y siete años temprano levantó injustamente su muerte el vuelo.
La vida, sin embargo, le dio la oportunidad de realizarse plenamente como ser humano, ciudadano y profesional, por una sencilla y excepcional razón: desde niño tuvo muy claro que sería arquitecto. Y de esa decisión tengo nítidos recuerdos, como cuando jugábamos en el patio de la casa de nuestra infancia en el barrio Ciudad Jardín. En ese entonces, tomaba cajas de cartón y las cubría de barro, que él mismo preparaba, para luego moldearlas como viviendas o edificios, y con ellas construir una pequeña urbe. “Cuando sea grande, voy a ser arquitecto”, le repetía a nuestro padre cada vez que podía. Eran los años sesenta, una época en que aún el diseño y la estética en las construcciones primaba sobre la rentabilidad del capital.
También recuerdo la influencia que tuvo en sus sueños de ser un gran arquitecto la lectura de El Manantial, una novela de la escritora rusa Ayn Rand. No sé quién se la recomendó, pero la leyó cuando cursaba quinto o sexto bachillerato. La novela, publicada en 1943, fue dedicada por Rand “a la noble profesión de la arquitectura” y trata sobre las innumerables vicisitudes que un joven arquitecto tiene que afrontar para hacer valer sus principios y su integridad ante las presiones sociales de un entorno lleno de convencionalismos, banalidades, prejuicios e intereses económicos.
Cuando Carlos terminó el bachillerato en el Colegio San José, quiso estudiar en la Universidad Nacional Autónoma de México, motivado por las buenas referencias que tenía sobre la escuela de arquitectura azteca. Aunque mi padre deseaba apoyarlo en sus estudios, sus limitados recursos económicos se lo impidieron. Conmigo, que hacía fila un año atrás, y con José, mi hermano mayor que ya estaba en la universidad, eran tres matrículas las que debía costear en el corto plazo.
Ni modo: Carlos comenzó entonces estudios en la recién creada Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma del Caribe de Barranquilla, en 1973. Pronto lo vi llegar atareado, pero feliz, con planchas, reglas, escuadras, lápices, marcadores y toda clase de útiles para elaborar proyectos y diseños. Asimismo, con libros sobre arte, el Renacimiento, biografías de grandes arquitectos; era evidente que también le gustaba la investigación académica.
Fue así como, en mayo de 1976, cuando apenas cursaba el cuarto año de carrera, publicó junto a tres compañeros de estudio una modesta revista en mimeógrafo titulada Ventana. “El compromiso en el diseño” fue el primer artículo –a manera de editorial– que llevó su firma. En él resaltaba que el diseño, medio a través del cual el arquitecto podía actuar, estaba determinado por la cualidad humana del creador: su personalidad, su método, su dinamismo y su integridad. Carlos abogaba por la independencia ideológica del arquitecto y por su compromiso con su entorno social y cultural, al que debía entregar toda su capacidad creativa para contribuir a su pleno desarrollo. El artículo concluía con esta frase: “El poeta auténtico es un hombre auténticamente comprometido con la realidad de su tiempo y con la realidad humana total, tanto individual como colectiva.”
Aún no había concluido sus estudios universitarios cuando, en 1977, ganó un concurso convocado por la Caja de Compensación Familiar del Atlántico, Comfamiliar, para el diseño de un parque en el barrio Las Palmas. Posteriormente, se vinculó laboralmente con la Caja como coordinador de construcción de proyectos; a uno de los cuales se entregó con mucha pasión: el centro recreacional de Turipana.
La experiencia de trabajar en Comfamiliar también le permitió estudiar la evolución del diseño urbanístico de las ciudades propias de la Revolución Industrial, y en particular, de los barrios de las clases obreras. Escribió varios ensayos y artículos para el Diario del Caribe. En 1988 fue invitado a participar en unas jornadas sobre planeación regional y urbana, convocadas por el Instituto de Planeación Física en La Habana, Cuba. Participó con una ponencia titulada “La evolución de la Vivienda Productiva”.
En 1992 obtuvo el Premio Nacional Corona Pro-Arquitectura por su trabajo “Barrio de vida urbana integral para familias de microempresarios”. En la propuesta, expresó haber articulado los conceptos de estética y moral, así como de estética y justicia social. Afirmó que muchos arquitectos, por carecer de una concepción integral de su profesión, se encontraban enajenados de los procesos sociales y políticos del país. Reivindicó, una vez más, una creatividad capaz de imaginar respuestas arquitectónicas a su problemática social.
A comienzos del siglo XXI, Carlos se vinculó a la Universidad del Atlántico, donde desarrolló, hasta su fallecimiento, una intensa y prolífica carrera docente y académica. Nunca dejó de estudiar; tanto así que, a la edad de sesenta y un años, en 2016, obtuvo el doctorado en Arte y Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia. Su tesis de grado, Barranquilla: Modernización y Movimiento Moderno (1842-1964), fue laureada por el jurado académico.
De los numerosos proyectos arquitectónicos que diseñó Carlos, he querido destacar aquellos relacionados con la educación, porque en ellos dejó su principal huella vital y son una muestra del sentido estético y ético de su creatividad, propia de un auténtico poeta de la arquitectura. Cada uno de ellos fue precedido por un riguroso estudio multidisciplinario del entorno –tanto espacial como humano y cultural–, en el que se desarrollaría el proyecto. Servir a la causa de la educación fue su mejor forma de contribuir a la construcción de una sociedad más equitativa, solidaria y justa.
1. Colegio Altamira International School (1998)
El proyecto –en cuyo diseñó participaron también Emilio Bassil y Rafael Martelo– fue escogido entre nueve propuestas. La forma del colegio se basó en el concepto de su misión institucional, en el que el proceso de enseñanza es personalizado y socializado. Los espacios y las aulas se diseñaron teniendo en cuenta que el alumno es el agente principal y protagonista de su aprendizaje; el docente ya no es la única fuente de conocimiento, sino un acompañante que le facilita al estudiante su aprendizaje.

2. Centro de convenciones – Auditorio Universidad del Atlántico (2010)
El centro de convenciones Universidad del Atlántico forma parte del macroproyecto ciudadela universitaria. Comprende salones de eventos, un lobby, un auditorio central y dos teatrinos con una capacidad total de 1.173 sillas. La cubierta del centro está orientada acorde con la rotación de la Tierra, de tal forma que la luz solar ilumina sus espacios interiores. El acceso peatonal a la Universidad fue igualmente diseñado por Carlos.
Para la acústica del auditorio se contrataron los servicios de expertos en la materia, como también la utilización de los mejores materiales. Los músicos que han desfilado por su escenario coinciden en que su acústica es casi perfecta, a la altura de los mejores auditorios del mundo.


3. Centro Cultural Metropolitano (2011)
Ubicado dentro del perímetro del Parque Metropolitano, este proyecto fue encargado por la Fundación Argos en un lote cedido por el Distrito de Barranquilla. En un principio, se contemplaba la adecuación de las aulas de una institución educativa, incluyendo la construcción de una biblioteca. No obstante, considerando el entorno social –compuesto por barrios de estratos 1 y 2, con alta densidad poblacional y un notorio déficit de espacios comunitarios–, Carlos propuso la construcción de un centro cultural integrado al colegio, pero abierto a la comunidad y conectado con el parque.
En el proceso de diseño arquitectónico del centro, Carlos puso en práctica –quizás como en ningún otro de sus proyectos– su concepción de lo que un arquitecto debía tener presente al momento de intervenir un espacio.
Se consultó a la comunidad sobre sus necesidades sociales y culturales, se estudiaron las características del terreno, la misión institucional del colegio y sus requerimientos pedagógicos. El resultado fue un hermoso diseño, de una estética impecable, que dignificaba la educación y elevaba la autoestima de la comunidad circundante.


4. Instituto Educativo de Santa Lucía (2015)
El 30 de noviembre de 2010, el municipio de Santa Lucía fue arrasado por las incontenibles aguas del río Magdalena, tras la ruptura de las barreras de contención del Canal del Dique, en cuyas orillas se encuentra asentado. Fue una verdadera tragedia que también afectó a otros municipios del sur del Atlántico.
La Fundación Argos, la Fundación Telefónica Movistar, junto con el Ministerio de Educación Nacional, la Gobernación del Atlántico y el Fondo Adaptación, unieron esfuerzos para reconstruir la infraestructura educativa del municipio. Se buscaba resarcir parte de los daños sufridos por la comunidad ante el embate de la naturaleza.
La Fundación Argos recomendó la escogencia de Carlos para el diseño de un nuevo colegio, a la luz del trabajo realizado en el diseño del Centro Cultural Metropolitano. Con la misma rigurosidad profesional y ética del compromiso que lo caracterizaba, Carlos asumió el reto de diseñar un megacolegio que le devolviera a la comunidad la esperanza de un futuro mejor.
Las nuevas instalaciones del Instituto Educativo de Santa de Santa Lucía incluyen 28 aulas, un restaurante escolar, sala de profesores, biblioteca, aula múltiple, salas de informática, laboratorios, áreas administrativas y una zona deportiva y recreativa. Fue inaugurado el 6 de marzo de 2015 por el presidente Juan Manuel Santos.


5. Colegio – y Centro de Desarrollo Integral Ciudad Equidad, Santa Marta (2017)
El conjunto se localiza en la urbanización Ciudad Equidad. Uno de los proyectos de viviendas gratis más grandes del país, ubicado en el sector del Yucal, área de expansión urbana al suroeste de Santa Marta, en la vía que conduce al corregimiento de Minca. Fue construido con la financiación de Findeter.
Por ser parte de la Sierra Nevada, el proyecto debía tener como referencia la cultura precolombina de los habitantes ancestrales de Santa Marta, en especial la cosmología de los grupos indígenas koguis, arhuacos, arsarios y kankuamos, quienes consideran que el sector se ubica en una zona especial de protección por su valor espiritual.
El diseño incluyó una plaza pública, un salón múltiple y una biblioteca con acceso diferenciado para el uso de la comunidad cuando el colegio se encuentre cerrado.
Para el diseño de algunos de los espacios del colegio, como los calados y el piso, Carlos tomaría como referente el tejido de las mochilas Arhuacas.


6. Sedes del SENA (2017-2018)
De los doce nodos que el Distrito de Barranquilla construyó en asocio con el SENA, Carlos diseñó los de Energías, Multilingüismo, y el de Comercialización y Servicios Financieros.


A Carlos le quedaron muchas cosas por decir y hacer. Por fortuna, sus colegios, sus escuelas y sus bibliotecas nos hablan de su espíritu independiente, de su creatividad, de su ética profesional y de su compromiso con la sociedad que lo vio nacer.
Compañero del alma, compañero.