La más reciente cifra de desempleo en Colombia trajo una noticia alentadora: por cuarto mes consecutivo, la tasa de desempleo desestacionalizada se mantuvo en un solo dígito, ubicándose en 9,3% en febrero. Este avance, explicado principalmente por el dinamismo de sectores como alojamiento, comercio y administración pública, es sin duda positivo. Sin embargo, existen algunos aspectos relevantes que ameritan una reflexión más profunda sobre el mercado laboral.

Primero, aunque el desempleo ha disminuido, indicadores estructurales como la tasa global de participación (TGP) aún no se recuperan del todo. Actualmente se ubica en 64,6%, es decir, 2,5 puntos porcentuales por debajo del nivel registrado en 2015. Incluso antes de la pandemia, entre 2017 y 2021, esta tasa ya venía cayendo, reflejando una tendencia preocupante que apenas comenzó a revertirse en 2022.

La tasa de ocupación también sigue rezagada: del 61,2% en 2015 al 58,6% en 2025. A esto se suma una recuperación desigual por sectores. Mientras el turismo y el comercio jalonan el empleo, sectores como las actividades artísticas, las comunicaciones y los servicios profesionales aún no logran despegar, revelando la complejidad la recuperación económica.

El empleo juvenil continúa siendo una tarea pendiente. A pesar de diversos programas para su promoción, ciudades como Riohacha muestran tasas de desempleo superiores al 27%, mientras que en Medellín se mantiene en 11%. Esta disparidad territorial exige políticas más focalizadas.

Además, el rostro del desempleo sigue siendo mayoritariamente femenino. La brecha entre hombres y mujeres alcanza los 5,5 puntos porcentuales. No obstante, el auge del trabajo remoto ha favorecido la participación laboral femenina, pero este avance corre el riesgo de revertirse si no se consolidan esquemas de trabajo flexibles en el largo plazo.

Finalmente, la informalidad persiste como un desafío estructural: la brecha entre zonas urbanas y rurales en formalidad laboral alcanza 27 puntos porcentuales. Esta situación expone a millones de trabajadores a la vulnerabilidad y limita el desarrollo de una economía más productiva e incluyente.

En resumen, vamos bien, pero no tan bien. La mejoría es evidente, aunque aún insuficiente. El reto consiste en impulsar una recuperación económica homogénea en todos los sectores, así como en promover discusiones que permitan abordar problemas estructurales, como la regulación del mercado laboral, actualmente desconectada de la capacidad productiva de la economía, y la necesidad de reformar el esquema de financiación del sistema de seguridad social, que hoy recae principalmente sobre el costo del trabajo.

* Directora Ejecutiva de Fundesarrollo