“Dormimos en la misma cama, pero nos sentimos en planetas distintos”

Esta frase, escuchada por mí en más de una consulta, durante la evaluación de una pareja, resume una paradoja común: compartir un espacio no asegura la cercanía emocional. Muchas parejas creen que convivir garantiza el vínculo. Comparten casa, carro, rutinas, responsabilidades… pero entre las listas de las cosas pendientes y los días repetidos, la conexión puede diluirse hasta desaparecer. Y es que estar juntos físicamente no siempre implica sentirse juntos emocionalmente.

La conexión emocional no se trata del tiempo compartido, sino de la calidad de la presencia. Es la sensación de ser visto, escuchado, comprendido y valorado. No se trata solo de hablar, sino de sentir que tu pareja te entiende. Es que los cónyuges se hacen frecuentemente preguntas cómo: ¿sé cómo se siente hoy mi pareja?, ¿Cuáles son hoy sus necesidades y deseos?, ¿hemos reído juntos últimamente?, ¿nos escuchamos con atención o solo nos coordinamos las acciones que nuestro hogar necesita?

La rutina en sí no es negativa. Brinda estructura y estabilidad. El problema aparece cuando reemplaza al vínculo. Cuando las conversaciones se vuelven logísticas (por ejemplo, “¿compraste leche?”, “¿le pusiste gasolina al carro?”, “¿quién recoge a los niños?”) y la pareja se convierte en una sociedad operativa, funcional, más que en un espacio afectivo.

Muchas personas advierten esta desconexión tarde, cuando surge una crisis, como una infidelidad o simplemente el vacío que se siente en el hogar. Pero no hace falta llegar tan lejos, La conexión puede cultivarse a diario, pero requiere intención. No es espontánea ni automática. Se alimenta con pequeños gestos, con la decisión de mirar al otro más allá de lo cotidiano, con el compromiso de no dar la relación por sentada.

Si te interesa, me gustaría recomendarte algunos tips para reconectar:

- Crear momentos sin pantallas: generar unos espacios donde la atención sea plena.

- Tener pequeños rituales: saludarse con afecto, compartir un café, agradecer algo cada día.

- Mostrar curiosidad genuina: preguntar cómo se siente, qué sueña, qué le preocupa. Es importante recordar siempre que la persona que está a tu lado sigue cambiando.

- Buscar tiempo de calidad: no es la cantidad de horas, sino la calidad del encuentro.

- Cuidar el lenguaje afectivo: una palabra amable puede acercar más que mil horas de presencia distraída.

La convivencia ofrece oportunidades para el encuentro, pero también para el desencuentro. No basta con compartir techo, el verdadero reto es construir un hogar emocional, porque lo que sostiene una relación no es la cercanía física, sino la conexión emocional. Una conexión que se construye todos los días.

@drjosegonzalez