La ciudadanía, desesperada por los efectos del mal gobierno y por dejar atrás la pesadilla de Petro, busca ansiosa el candidato de la oposición. Ello explica la obsesión con las encuestas. Sin embargo, a tanto tiempo de las elecciones, las encuestas no miden intención de voto sino reconocimiento. Así, el nombre de quien será el candidato de la oposición es una preocupación prematura. Muy pronto para saberlo. Estamos muy lejos de las elecciones. En política dieciocho meses son una eternidad. Los hechos políticos irán depurando la larga lista de precandidatos y quedarán apenas unos pocos para fines del próximo año. Y el nombre del candidato solo lo sabremos en marzo del 26, en las parlamentarias, cuando se haga la consulta interpartidista.
Porque quienes pretenden que haya candidato de unidad antes se equivocan. No será posible. Lo importante no es que a fines del próximo año haya un candidato único sino que para entonces todos los aspirantes a serlo hayan aceptado unas reglas de juego para escogerlo.
Porque candidato único debe haber. Y no porque sea necesario para derrotar al petrismo. Me atrevo desde ya a afirmar que cualquiera, repito, cualquiera que llegue a segunda vuelta a enfrentar al candidato petrista, gana. El voto contra Petro y sus aliados será masivo. Pero, por un lado, el candidato de unidad es indispensable para que el fraccionamiento de la oposición no ocasione que la segunda vuelta sea entre Claudia López y el de Petro, indeseable escenario en el cual elegiríamos a Claudia con tal de que los de Petro no sigan. Por el otro, imprescindible para derrotar a Claudia en segunda vuelta, si hubiese que enfrentarla a ella y no al de Petro. Ese escenario es mucho más competido que el de enfrentar en segunda al de Petro, porque así como muchos votarían por Claudia para evitar el triunfo del petrismo, no tengo duda de que el petrismo votaría masivamente con Claudia contra el candidato de la oposición.
Dirán los lectores que estoy dando por cierto que los candidatos a derrotar por la oposición son el de Petro y Claudia. Es así, al menos ahora. Aunque a Petro no le será fácil endosar su capital político, asumo que su candidato, salvo una mayor debacle socio económica en el 25, conseguirá entre el 20 al 30% de los votos en primera. Y Claudia, que ahora tiene el desafío de desmarcarse del apoyo que le dio a Petro y de conseguir partido (se supone que renunció a los Verdes, pero….), podría estar en el orden del 15 al 25%. Si la oposición, incluyo acá a Fajardo, llega dividida a la primera vuelta, con más de dos candidatos fuertes, corre el riesgo de que pasen Claudia y el de Petro.
En fin, la consulta es una necesidad. Y deberá ser en marzo porque hacerla antes es políticamente una pésima idea (recordar el antecedente de la consulta liberal que hundió a De la Calle), porque hacerla en las parlamentarias impulsa las listas de Congreso de los partidos participantes y porque permite reposición de votos, un impulso clave para la financiación de la campaña.