Cuando tenía 16 años y cursaba quinto de bachillerato en el Liceo Celedón de Santa Marta, mi padre me hizo la pregunta de rigor acerca de qué quería ser yo en la vida y le contesté con la mayor seguridad del mundo que yo quería ser técnico de fútbol para hacer campeón al Unión Magdalena. Me miró desde su serena mirada, me pasó el brazo al hombro y me invitó a la sala a conversar. Allí me hizo una explicación acerca del presente y futuro de un técnico de fútbol en el país en esa época y metió un comercial muy bueno acerca de otras posibilidades para mí, me veía como arquitecto, o como médico. La primera se descartó por las matemáticas y la medicina me la vendió bien.

Desde entonces, ando con este amor visceral por el Unión Magdalena que siento desde cuando estaba en el útero, pues sabía cuándo habíamos metido un gol o cuándo nos anotaban, por la forma en que variaba la frecuencia de los latidos cardiacos de mi madre.

El partido comenzó y estaba en juntas médicas; luego, salí a buscar a mis hijas y me ocupé en miles de cosas que no permitieron ver el partido entre mi equipo y Llaneros en una final de 4 partidos para definir el campeón del fútbol profesional colombiano.

En el taxi empecé a leer los mensajes y no lo podía creer, todos decían lo mismo: aquí hay algo raro, esto está sospechoso, los equipos no juegan a nada, esto parece arreglado, ¡Aquí hay tongo!

Eran expresiones de personas con las que jugué fútbol de alto nivel, que saben patear una bolaetrapo o un balón, que saben lo que significa ponerse una camiseta; por eso me dolía tanto cada mensaje. No puede ser que mi equipo amado ande en estas, me resisto a creer que hayamos perdido la gallardía que teníamos al ganar o perder.

Cuando Llaneros anotó el gol, todos escribieron en coro: este partido termina así, como hay empate, se van a penaltis y gana el Unión Magdalena. Estaba en un restaurante donde no había televisor y cuando, al parecer, el partido había terminado, alguien dijo en voz alta desde una mesa cercana: Ganó el Ciclón por penaltis.

Volví a sentir aquella emoción in útero cuando sucede algo dramático con la camiseta azul grana. Era una sensación desagradable, algo malo estaba pasando, lo que se comentaba en las redes era difícil de asimilar.

No he celebrado este campeonato del Unión Magdalena como se suponía que debía hacerlo, porque no me siento cómodo con ese manto de dudas acerca de la forma en que fue conseguido. He releído las reglas de este confuso campeonato y la única conclusión a la que llego es que se prestan para cualquier cosa, en especial, en un país como el nuestro donde todo puede suceder.

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